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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La borrasca de Israel

LA POLITICA en Israel es siempre borrascosa, pasional, con una explosiva mezcla de historia y religión, de versículos y técnica, de racionalismo occidental con exageraciones, gritos, lamentos y venganzas orientales. Si alguien encarna hoy esa mezcla explosiva, es Menájem Beguin y su anuncio repentino de dimisión, efectiva en cualquier momento, después de estar seis años al frente del Gobierno, seis años de trascendencia histórica en un país donde la tiene cada minuto, produce una situación patológica en las calles y en los centros de decisión. Si es una finta, un amago para que la oleada de pánico que pueda suscitar en muchos su retiro le ensalcen más y liberen de críticas y de crisis, se ha pasado. No sólo se juega su propia figura, sino la de su Gobierno, la de una coalición poco ligada y obligada, sobre todo, por un estado de necesidad. Si Beguin se desdice y regresa, como si se mantiene y se fuerza la sustitución por alguien del propio Gobierno, el futuro será malo y la oposición laborista estará más cerca del poder, si es que no lo captura en esta misma ocasión.Lo cual puede significar un cambio muy específico en la política de Israel y en sus consecuencias en toda una enorme zona en litigio. Beguin representa una política de sangre y fuego: nace a ella dentro de las organizaciones terroristas hace 40 años, y la abandona después de haber sembrado la muerte y la destrucción en Líbano -pasando por el absurdo momento de un Premio No bel de la Paz-; una política que se explica a sí misma por la sensación, muy compartida, de que las matanzas de judíos en la Europa nazi se debió en parte a una pasividad, a una mansedumbre, a una debilidad de su pue blo. Y la ocasión histórica para otros países de fuera de la zona de utilizar esta reacción -probablemente des plazada de lugar, de tiempo, de enemigo- para otros intereses y para controlar la zona.

Puede que esta política representada por Beguin y sus acicates religiosos y militares háya llegado a su final, y que su viejo y enfermo dirigente sea hoy una rémora para la estabilidad de la zona y para la misma seguridad de su país. La expedición a Líbano ha sido una.catástrofe; las matanzas de civiles volvieron en contra una anticorriente de simpatía, la invasión del país vecino fue un atropello de todas las normas y todas las legalidades y, lo que es peor -todo se olvida cuando el final es bueno-, la situiación no ha derivado hacia el objetivo propuesto: la creación de un Gobierno libanés amigo y el barrido en Líbano de palestinos y sirios, con las, mayorías musulvianas aherrojadas. Ahora mismo se está combatiendo todavía en Beirut y en Chuf el Ejército sirio sigue dentro del país y el de Israel no tiene la opción de retirarse. Los servicios de Beguin son ahora contraproducentes. No consiguió arrojar toda la culpa al general Sharon -ni siquiera fue capaz de sacarlo totalmente del Gobierno-, y se encuentra ahora con las presiones laboristas, que inducen a buscar salidas negociadas y planes de paz en los que ven mayor seguridad para la existencia de Israel que en el sistema de guerra continua y, desde dentro, por la extrema derecha religiosa y militar, que le Ímpulsa a no ceder en nada y a desconfiar hasta de Estados Unidos. Los últimos cambios en la opinión púbillica -en el mundo y dentro de Israel- no favorecen la política de guerra y cerrazón: si hubiera elecciones hoy mismo -dicen las encuestas-, las ganaría la oposición laborista -Shimon Peres-, e incluso sin elecciones, si la coalición se rompe, el jefe del Estado, Herzog, podría estar dentro de la Constitución si encargase de formar Gobierno a los laboristas.

Sea quien sea quien suceda a Beguin, incluso si se sucediera a sí mismo después de esta crisis política, Israel está rnuy lejos de una solución. La presión militar, religiosa y conservadora puede ser en algún momento mucho más fuerte que lo que una mayoría de la población y un Gobierno civil decida, y el reflejo de "nación en armas" más que de nación negociadora sigue siendo muy fuerte entre quienes tienen grandes recursos de poder. Aun así, un Gobierno laborista como el que propone Shimon Peres estaría mucho más cerca de la negociación y el diálogo dentro de condiciones, de seguridad. Si es que le dejan formarse, si es que lo dejan durar.

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