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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estados Unidos y Francia, en el Chad

EL CHAD, zona de contacto entre pueblos árabes y negros, dividido entre musulmanes en el Norte, animistas y cristianos en el Sur, ha sufrido una guerra civil casi permanente desde los años sesenta; y no solamente por causas internas. Su colocación estratégica es. excepcional: en el corazón de África, próximo a Libia, a Sudán y Egipto, al Sáhara, a la cuenca del Níger... Lo nuevo que ha surgido en la actual fase del conflicto del Chad es la presencia militar directa de EE UU, frente a la intervención Libia. Éstos empezaron ayudando al transporte de tropas del Zaire mandadas por Mobutu para apoyar al gobierno de Hissène Habré en Yamena. Luego han enviado algunos consejeros militares y material antiaéreo; y dos aviones AWACS, con protección de cazas, basados en el Sudán.Estas ayudas norteamericanas han provocado una polémica pública, muy dura, entre los gobiernos de París y Washington. Los portavoces de la Casa Blanca han declarado que los EE UU han actuado siempre en este asunto de común acuerdo con Francia. El presidente Mitterrand ha desmentido esas afirmaciones, agregando que él se enteró por la Prensa del envío de los aviones AWACS. ¿Cómo explicar la energía con la que Mitterrand ha rechazado la tesis de una acción concertada en el Chad de Francia y EE UU? Por un lado, hay sin duda causas interiores: en el partido socialista francés, la decisión de enviar tropas al Chad (cuando el partido se había comprometido en la campaña electoral a poner fin a la política francesa de intervenciones en África, típica de los gobiernos de la derecha) ha suscitado fuertes discusiones. Mitterrand necesita demostrar que su acción de hoy, es diferente a la realizada por Francia en otras epocas; y que se justifica, en gran parte al menos, por la necesidad de contrarrestar los efectos de la intervención de Reagan en esa zona de África.

Por otra parte, no cabe disminuir las diferencias de fondo que existen entre los objetivos de EE UU y los de Francia. Los primeros pretenden principalmente utilizar el caso del Chad para dar un golpe y debilitar al coronel Gadafi, considerado como instrumento de la expansión soviética; e integrar así en la estrategia norteamericana a una serie de países conservadores africanos, como el de Mobutu en el Zaire. Francia no está dispuesta a renunciar, incluso con un gobierno socialista, a sus relaciones privilegiadas con sus antiguas colonias de África. Conviene recordar que el dirigente socialista Jean Pierre Cot fue eliminado hace varios meses del gobierno Mauroy precisamente porque preconizaba una política nueva hacia África, una ruptura neta con la política tradicional de Francia en ese terreno. Al mismo tiempo, Mitterrand no renuncia a seguir desarrollando las relaciones franco-libias, que han sido particularmente estrechas en los últimos años, basadas en no escasa medida en el intercambio de petróleo libio por armas francesas. La idea, incluso, de una incorporación de Gadafi a una política de unidad del Magreb entra sin duda en las perspectivas francesas, sobre todo si se logra a la vez cierto aplacamiento de las tendencias expansionistas libias. Por eso el presidente Mitterrand, a la vez que ha ampliado considerablemente en los últimos días la intervención militar francesa, ha enviado a uno de sus amigos íntimos, el abogado Roland Dumas, a celebrar conversaciones discretas con el coronel Gadafi. Es evidente que a Francia no le interesa en modo alguno que el conflicto del Chad sea absorbido por la dialéctica bipolar EE UU-URSS. .

Mientras tanto, la situación real de la población del Chad es cada vez más trágica: unos cuatro millones y medio de mujeres y hombres con una renta media per cápita de 140 dólares al año. Uno de los países más pobres del mundo; y que dedica más de la mitad de su presupuesto a gastos militares. Sin duda, la declaración de la reciente reunión de la OUA propugnando una reconciliación nacional y el fin de todas las intervenciones extranjeras señala el único camino, que podría aliviar esa situación lamentable. Pero no parece fácil que se abran caminos de paz en un lugar donde hay muchas fuerzas interesadas en mantener situaciones conflictivas; incluso para poder especular con ellas en otros teatros de la estrategia mundial.

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