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Manuel González Millán, 113 años

El 'abuelo de los españoles' participó en la guerra de Cuba, en la de África y en la contienda civil española

Manuel González, de vez en vez, se ajusta la mascotilla, le da una calada al cigarrillo y guasea con alguna vieja del hogar de Jesús Abandonado, en Alcalá de Guadaira, la residencia de ancianos donde se encuentra recogido, sobre los avatares de estos tiempos "tan locos", sobre las máquinas diabólicas, esas que le das a un botón y se tragan "lo que les eches" a cambio de unas cuentas monedas "Hoy", dice, "he vuelto a ganar al dominó. Lo hago muy bien, ¿sabes?, pero que muy bien". Manuel González no consiente que nadie le gane al dominó. Por eso juega solo y, para que la partida salga redonda, hasta se hace trampas.Es así, 113 años estrenados y la fuerza de un toro viejo. Hace seis años, una mala enfermedad le dio una "puñalá trapera" y tuvieron que cortarle las dos piernas, pues se le habían gangrenado. A cambio, el médico, que se quedó atónito cuando vio el carné de identidad de Manuel, no tuvo más reme dio que afirmar: "Está usted hecho un monstruo".

Fuma tres cajetillas de tabaco al día. Pero sus preferencias se de cantan hacia los puros; mientras más largos y más grandes, mejor. El tabaco es la principal distracción de Manuel. El tabaco, su silla de ruedas y un bastón garrotero, que guarda debajo de su medio cuerpo, forman su trío fiel y compañero. Ellos, dice, no le traicionarán, como aquel viejo que le escondió el seis doble en la última partida de dominó que jugo vis-à-vis.

Ahora, para evitar disgustos y subidas de tensión, juega solo. Se hace trampas y se regodea de haberle ganado a su otro yo. Entonces, triunfante y altivo, suele mostrarse los penachos e imaginarias laureadas que consiguió, dice, en Cuba y África y, sobre todo, en la guerra civil.

En las dos primeras confrontaciones bélicas sirvió de marinero. Y como siempre tuvo buen tino, sus superiores le encomendaron las labores de artillero. En 1936, amigo, ahí fue distinto. "Serví con los nacionales. La guerra me cayó del lado de Franco. Estuve con los requetés. Y no iba bien yo, ni ná, con el gorrito ése y el uniforme...".

Amores y operación a 93 años

Se casó una sola vez, y con su "novia de siempre". Con ella, que murió en la residencia de ancianos de San Benito (Sevilla), con 99 años, tuvo nueve hijos, todos muertos antes de cumplir los 18 años. Al parecer, les daba una "cosa de nervios que los dejaba hechos polvo a los pobrecitos". En una ocasión, cuando contaba con 80 años, se enamoró perdidamente de una anciana. Y a punto estuvo de pasar por las bendiciones nupciales, pero una vieja fobia a los curas y una extraña y repentina sensatez hicieron que reconsiderase su postura. Todo quedó, dice, en un bonito sueño, que de cuando en cuando le endulza sus recuerdos de pólvora, trampas y habichuelas.

Hace unos 20 años, Manuel González vivió una macabra expenencia. Como hombre de campo, el anciano tuvo que trasladarse a la localidad gaditana de Conil para unos asuntos de compra y venta de cabras. Allí se sintió muy enfermo. Tanto que le rogó al posadero quedarse con sus 14.000 pesetas de ganancias y que llamase al médico. "Éste dijo que, en efecto, yo estaba muerto. Pero cuando ya estaba en el ataúd, me movieron y desperté. Se llevaron un susto muy grande. Y es que no me había llegado mi hora".

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