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Paloma Fernández y Juan Carlos Gómez

Llevan tres años investigando la adquisición del lenguaje en los gorilas

En un espacio de no más de cinco metros cuadrados, en el vientre del zoo de la Casa de Campo de Madrid, rodeados del griterío y los constantes golpes de nudillo del público sobre el cristal que los aísla, los psicólogos Paloma Fernández, de 25 años, y Juan Carlos Gómez, de 24, se encierran cada mañana en la jaula de los gorilas. Y, como domadores sin látigo que exhibieran la autoridad moral sobre una evidente fragilidad física, continúan cara al público la investigación que sobre el desarrollo cognoscitivo y adquisición de lenguaje en los gorilas comenzaron en 1980.

Movidos por noticias que provenían de EE UU y que hablaban de Coco, el gorila de Peni Patterson que mantiene conversaciones en toda regla, con una sintaxis correcta y un vocabulario de más de 350 palabras, y por la llegada al zoo del primer ejemplar, herido de bala como el mono de Informe para una academia, de Kafka, se pusieron a trabajar.El objetivo era, según Paloma, "utilizar las pruebas de Piaget para estudiar el desarrollo cognoscitivo, por un lado, y el desarrollo del lenguaje, por otro, para su posible aplicación a los humanos, lo que hoy es la única experiencia que se está realizando en Europa sobre el lenguaje de gorilas".

El primer intento de familiarización con la mayor de las hembras del equipo animal, compuesto por otros dos más, no fue difícil. Aunque es posible imaginar con terror que en las fauces de un gorila adulto cabe la cabeza de un científico, por entonces aquel ejemplar era como un velloncito de lana, que no tardó en aprender a señalar y a pedir golosinas, lo que, sin duda, debe de ser el primer paso del mono antropoide hacia la sociedad de consumo. "Siempre se ha estudiado", comenta Paloma, "si pueden adquirir un lenguaje parecido al humano y sus diferencias con éste, pero no si existe un prelenguaje, que es lo que queremos ver. Es decir, hasta qué punto se da ese tipo de comunicación gestual que sea equiparable a lo que en los niños es prelingüística, que creemos que sí existe, aunque la comunicación que tienen con nosotros es muy compleja, y van apareciendo signos que no les hemos enseñado, como el de señalar".

Gestos civilizados

"A mi juicio", añade Juan Carlos, "la comunicación prelingüística la están desarrollando ellos, espontáneamente, en interacción con nosotros, lo mismo que los niños lo hacen en intensa colaboración con la madre, que les interpreta esos signos. De este modo ellos nos llevan la mano al bolsillo mientras nos miran a los ojos, por que saben que allí tenemos un caramelo, o te señalan la boca cuando tienes un chicle, cosa que no les hemos enseñado".Desde el punto de vista práctico, estas experiencias se piensa que sirvan para aplicarlas a los humanos, por ejemplo en afásicos, autistas o deficientes mentales, y, desde el teórico, para analizar si realmente el hombre es la única especie capaz de tener un lenguaje. "Hicimos un programa", dice Paloma, "de imitación como el que se hace con los niños autistas, y comprobamos que se daba la imitación diferida. Por ejemplo, un día me manché el pantalón y me lo limpié con hierba. Pasado un tiempo me vio mancharme e intentó limpiarlo. Después vimos que se daba la imitación inmediata. Cuando, por ejemplo, la hembra pequeña confunde el signo de comer con el de beber y se lo corregimos, inmediatamente lo repite, cosa que no se había comprobado antes. También en una investigación que se está realizando en Jersey se dice que no han visto hacer ningún tipo de actividad constructiva. Nosotros sí lo hemos observado en dos de nuestros gorilas, concretamente al desabrochar unas zapatillas de deporte e intentar hacer el lazo".

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