Crisis en Ormuz
LA ACTUAL ofensiva militar de Irán en su guerra contra Irak contiene una amenaza que, si se cumple, puede afectar seriamente a otros países: el bloqueo del estrecho de Ormuz. Es una angosta boca de agua, que llega al océano Indico, por la que salen los grandes petroleros de los países del Golfo -Bahrain, Qatar, los Emiratos, parle del crudo de Arabia Saudí y de Kuwait-, que abastece al mundo occidental. El objetivo declarado por Teherán es el de cortar parte de las exportaciones iraquíes, mientras sus soldados cortan otras mediante la conquista de territorio: es decir, cortando la salida, principalmente por ferrocarril y carretera, del petróleo de Irán, como lo están haciendo. La amenaza iraní es condicional: sólo tomaría esas medidas de bloqueo si Irak ataca su propio petróleo mediante bombardeos o ataques a petroleros, como lo ha hecho en otras ocasiones.La comprensión de esta guerra pasa por dos puntos esenciales. El primero es que ninguno de los dos países intenta ocupar el otro, lo cual estaría por encima de sus posibilidades logísticas; pretende, sobre todo, derribar el régimen del adversario. Jomeini supone que eliminando a Sadam Husein Irak estaría gobernado por fuerzas afines a él, fuertemente influidas por los chiítas iraquíes, con lo que se llegaría a una especie de unanimidad revolucionaria islámica a su manera. Sadam Husein, a su vez, inició esta guerra suponiendo que desestabilizaría a Jomeini, y apoyado por países que temen esa revolución islámica, tanto árabes tradicionales como occidentales. Husein ha conseguido lo contrario de lo que se propuso: Jomeini ha conseguido que esta guerra se convierta en causa nacional y que unifique a un ejército que parecía minado y desmoralizado por las depuraciones. Jomeini ha recuperado el territorio que perdió y penetra en Irak a la altura y en la región que le conviene. Hay que añadir que uno y otro de estos dos grandes personajes, aparte de sus causas nacionales y de los apoyos estratégicos internacionales que tengan, dominan sus países mediante dictaduras absolutamente temibles.
El segundo punto, está en el petróleo. Es una guerra de petróleo. Jomeini ha conseguido que Husein no pueda exportar más que 700.000 barriles diarios (una cuarta parte de sus exportaciones de antes de la guerra), mientras él alcanza los dos millones de barriles diarios. Si estrangula la línea del petróleo iraquí hacia Turquía, como impide su salida por el estrecho, habrá arruinado a Irak, que es lo que Irak pretende, a su vez, bombardeando y atacando la producción y la exportación iraníes. En ninguno de los dos países estas exportaciones están beneficiando a las poblaciones, sino que están siendo consumidas por la misma guerra. Porque esta guerra se desarrolla en dos planos. En uno es medieval, de fusileros de pecho descubierto, de cuchilladas para la conquista de una colina; en el otro se mezclan los misiles, los Exocet, los aviones Super-Etendard, los F-14. Es decir, es una guerra cara. Todo el petróleo que se venda no es suficiente para sufragarla. Irak está contando ahora, además de con el petróleo que consigue exportar, con unas ventas francesas de material contemporáneo -el protagonista de la guerra de las Malvinas-, con el que cree que podría destruir las exportaciones iraníes: ventas francesas a cambio de petróleo. Y está contando, como queda dicho, con la ayuda de los antiguos sultanatos.
Jomeini no ignora las consecuencias que tendría la realización de su amenaza. Es decir, podría ocurrir que el estrecho de Ormuz se abriera a la fuerza, en vista del riesgo que supone para Occidente (muy específicamente para Japón), y que se encontrase con una corporación de enemigos armados. Estados Unidos no ha vacilado más de una vez en advertir que podría intervenir desde sus bases próximas, donde hay planes estratégicos y comandos adiestrados para ese tipo de operación: no se haría como intervención directa en la guerra Irak-Irán, sino como una medida necesaria para el sostenimiento de la economía occidental. Jomeini es un hombre carecterizado por su fanatismo y por su creencia en lo providencial, lo cual puede llevarle a cualquier clase de acción aparentemente irresponsable (como fue el asalto y toma de rehenes en la Embajada de Estados Unidos), pero debajo de esta caracterización hay un hombre astuto, calculador y conocedor de sus propios medios. Lo cual quiere decir que puede tener perfectamente calculado el efecto que produciría el cierre del estrecho y su apertura forzada por el extranjero: contaría con la capacidad de resistencia de su propio pueblo, con la del contagio revolucionario islámico de toda la zona ante la presencia extranjera con carácter colonial y con la sensibilidad de toda la zona del Oriente Próximo. No hay por qué suponer que sea infalible y que, llevada al extremo la operación, pudiera producir los resultados que él espera. Podría sufrir la misma alucinación de los militares argentinos en el caso de las Malvinas. Pero se trata de un factor con el que hay que contar, y que podría ocasionar una de las crisis mundiales más importantes de los últimos años.
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