Hay que cooperativizar la crisis
En la antesala del siglo XXI, somos protagonistas de la tercera revolución industrial, aunque sin conciencia clara de ello. En la primera revolución industrial, los campesinos pasaron a integrar, tras los despojos de su hábitat agrario, las gruesas urdimbres del proletariado.Los albores de la industrialización forzosa de hombres, mujeres y niños son recuerdos oscuros y vergonzosos de la memoria (mala) contemporánea. No fue casual entonces que la idea cooperativa planteara su alternativa humana, reformista y social frente al capitalismo rapaz. Owen, Fourier, Proudhon, King, son, a pesar suyo, los hijos de la protesta frente a los excesos del incipiente e incivil capitalismo.
En la segunda revolución industrial, la cibernética fue motor de cambio de las relaciones industriales y entre las empresas. La gran empresa, dotada de un poderoso aparato económico, financiero y organizativo, promueve a su merced la dicotomía en el mercado entre la soberanía de los oligopolios y las pequeñas y medianas empresas. El Estado se convierte en sostenedor de la demanda global, y el gasto público se asocia a la aventura (tantas veces fallida) de los mayores. La socialización de pérdidas no es otra cosa que descargar sobre todos los ciudadanos la incompetencia, ambición o fracaso de algunos.
La revolución informática
Ahora nos enfrentamos a un tercer cambio. La difusión de la informática y la progresiva pérdida de importancia de los trabajadores en el sector manufacturero preanuncian el fenómeno de la terciarización de la economía. La épica de los servicios, educación, sanidad, comunicaciones, equipamientos sociales, en torno a los ejes de la creatividad, la innovación y la participación necesaria.
La tercera revolución industrial -ante nosotros- puede culminar el despojo de las mayorías, de los comerciantes, agricultores, pequeños y medianos empresarios, en favor de las grandes empresas y/o de la burocratización de la economía.
El agotamiento del Estado benefactor es un dato más del proceso. Keynes ha muerto. Los gastos públicos crecen geométricamente y los ingresos públicos sólo aritméticamente. El Estado del bienestar se ha convertido en una máquina devoradora de recursos. Cuanto más se está dispuesto a hacer, peor lo puede realizar y le cuesta más a la comunidad. La burocracia genera burocracia, en detrimento de la potenciación de la organización social.
A su turno, la gran empresa aparece comprometida por la declinación. Su rentabilidad no es suficiente debido a las dosis cada vez más crecientes de capital por unidad de producto que necesita emplear para mantener o incrementar sus beneficios. El riesgo del crecimiento se transforma en hipertrofia por crecimiento.
Sin embargo, descargando sobre el Estado sus inversiones no rentables, podría entrar en la tercera revolución industrial, aprovechando que en el mercado reina y gobierna, por presencia, impidiendo la libertad de entrada de los nuevos, en base a publicidad, propaganda y marketing.
Hay que cooperativizar la crisis. El eje es la potenciación de la organización social. La asociación de los menores en la aventura del terciario. La cooperativa es un instrumento de vigorización del tejido social que puede recoger a los expulsados o mendicantes del mercado para que se rehagan, se fortalezcan y superen a los gigantes inmóviles.
La cooperativización de los comerciantes, pymes, productores agrarios, trabajadores en sectores de competencia hacia el futuro, consumidores de servicios y, por tanto, de factor humano, postula una vía que no es sólo de supervivencia, sino de esperanza en la realización, en base a las propias fuerzas.
El sector menor del mercado -mano de obra intensiva- sólo puede afrontar al sector mayor -capital intensivo- en base a la valoración del capital humano en sectores de creciente dinamismo y creatividad. El sector menor del mercado puede ser el centro del mismo si atina a organizarse cooperativamente. O sea, a organizarse democráticamente en unidades económicas, que instaladas en el mercado sólo pueden competir asociándose en proyectos de riesgo e innovación.
El sector público, en la actualidad acosado por la crisis fiscal, debe renunciar a sus tentaciones canibalistas. No puede existir un Estado rico en una comunidad pobre, no puede existir un Estado autosuficiente que soporte a una comunidad dependiente. Y, si lo hubiere, la burocratización aparece como inevitable, ejemplificando el mal servicio, la ausencia de creatividad, la falta de innovación, la perpetuación de jerarquías por sí mismas injustificables.
Apuesta por el hombre
En la captura del Estado, los ciudadanos deben recuperar lo que les fuera expropiado, porque en caso contrario el derrumbe del sector público nos arrastraría a todos.
El terciario consiente que servicios esenciales hoy en manos del Estado puedan ser mejor servidos desde la organización como usuarios o trabajadores de los ciudadanos, sin que esto suponga que el sector público abdique de sus facultades de coordinación y dirección. Aquí se discute al Estado que emprende servicios para los cuales no está capacitado y que pesan sobre el futuro.
Hay que devolver al ciudadano consumidor, o usuario, o trabajador, el crédito, la sanidad, la educación, los transportes, las comunicaciones. Si nos atenemos a los estudios más recientes, sólo el sector de transporte y comunicaciones, salud y enseñanza, actividades profesionales y tiempo libre serán en el futuro creadores de empleo, mientras que las restantes actividades eliminarán o no crearán trabajo, y esto también se aplica a la burocracia: la autoorganización social, en otras palabras. La cooperativa como forma de organizar la vanguardia de la economía, antes que como objeto pasivo de su retaguardia.
La Tercera Revolución Industrial es, sin duda, la oportunidad histórica del cooperativismo. Básicamente porque por vez primera la apuesta no es por el capital ni por la máquina, sino por el hombre como portador inteligente de futuro. Y esa apuesta no es, ni más ni menos, que la de la cooperativa. La cooperativa es una oferta bidireccional.
Al sector privado le otorga libertad patrimonial y fortalecimiento voluntario. Al sector público la posibilidad de dirigir sus energías hacia áreas en las que ni el sector privado ni el ciudadano pueden ni deben actuar. Hay que optar. Para que no seamos los agricultores del siglo XIX, sólo la cooperativización del terciario, basada en el despliegue inteligente de la capacidad del hombre, puede alentar nuestra esperanza en una sociedad en la que cada uno será hijo de su propio talento, formación, información y voluntad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.