Libertad convencional
Aunque el término libertad, según el diccionario, es la "facultad natural de la voluntad humana que determina espontáneamente sus actos", la verdadera libertad consiste, en mi opinión, en obrar independientemente, pero sin herir la sensibilidad de ningún miembro de la comunidad en que uno desarrolla su vida, viéndose por ello obligado a guardar determinada conducta en lo moral. O sea, que el adjetivo libre no debe confundirse con los sinónimos atrevido, deshonesto, insubordinado, etcétera. La libertad individual no debe ser obligatoriamente incompatible con el respeto a las costumbres de la colectividad.El hecho que califica Rosa Montero como barbarie, en su artículo La libertad en la barriga (EL PAIS de 15 de junio) es un argumento poco consistente y casi indefendible en cualquier sociedad humana de las características de las nuestras, que se rigen por convencionalismos que, aunque son definidos como "conjunto de prejuicios o ideas falsas que, por conveniencia social, se tienen como verdaderas", son establecidas por costumbres y hábitos que, practicados libremente, adquieren fuerza de precepto.
La libertad, aunque esencial en la vida de los hombres, es más extrínseca que intrínseca. La viuda de Cáceres ha hecho uso y abuso de una libertad que la tradición y la costumbre no admiten por inusual; de ahí que esa "reunión de energúmenos que alardean de sandungueros y de machos", que cita la autora del artículo, encuentre un pretexto válido para manifestar su deseo de salvar a esa comunidad, que, según la escritora, "prefiere condenarse". Eso habría que verlo y comprobarlo; el hombre, además de animal racional, lo es también social. No debemos confundir nunca lo subjetivo con lo objetivo, sin más. La libertad, en la verdadera acepción del término, es la facultad de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres. /
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