Arroyo, segundo en la etapa y quinto en la general
El Tour, salvo imprevistos, no tendrá líder español. En Morzine, Arroyo encontró las esperanzas de obtener una clasificación digna, quizás entre los tres primeros, aunque de momento es quinto; Delgado encontró su tumba en la Madeleine, puerto de primera categoría. Delgado, que iba con jersei blanco, casi comenzó la etapa pidiendo bicarbonato. No sirvió de nada. Llegó a más de 25 minutos del primero y sin hacer la digestión. "Tengo el estómago embarazado", manifestó en la meta.
Arroyo llegó a Morzine esprintando, pletórico de fuerza, maldiciendo que no hubiera más kilómetros de por medio. "Un poco más y le cojo". Se refería al francés Michaud, que acabó las carreras con las manos sobre la cabeza, en gesto de incredulidad. Les separaron 1.11 minutos, cuando unos kilómetros antes el francés disfrutaba de cinco de ventaja.Arroyo intentará hoy su segunda victoria en una etapa, importante para él, porque son claras sus aspiraciones por quedar entre los tres primeros en París, un éxito que hace tiempo no se alcanza. La etapa será nuevamente transmitida en directo por TVE, que utilizará los servicios de Eurovisión, es decir que las cámaras serán francesas, es decir que será difícil que el público español contemple a algún corredor español, por muy buen crono que tenga.
Entre Arroyo, quinto en la general, y Bernardeau, segundo, solo hay 24 segundos de diferencia, un tiempo que puede solventarse favorablemente en 15 kilómetros de escalada contra el reloj. Arroyo ayer esperó lo que pudo, pero mostró su buen momento de forma al desembarazarse de los favoritos.
Entre Arroyo y Delgado, al menos existe una sincronía: alternan sus desfallecimientos. Sin embargo, Pedro Delgado fue sincero al narrar el suyo: "se me hizo una bola en el estómago como a Arroyo el otro día. No podía digerir nada. Tomé bicarbonato y luego limón, pero no pude recuperarme. ¿Que si al final iba fuerte? ¡Qué va, marchaba con una pájara de cuidado!". El futuro para el Reynolds no se presenta halagüeño. "Hoy era nuestra oportunidad", concluyó Echevarri, director del equipo, "pero aunque Arroyo ha estado bien, no cabe pensar en el liderazgo del Tour". Delgado ni siquiera se inmutó cuando le dijeron el tiempo que había perdido: "no sé lo que pasará en la contra reloj de montaña, pero me siento mal de fuerzas".
Los españoles pasaron del pesimismo al optimismo, y viceversa, en los primeros cien kilómetros de carrera. Toda la atención estaba dispuesta en Delgado, de quien se recordaba que ya conocía el trazado como triunfador en una etapa del Tour del Porvenir. Las condiciones del recorrido eran duras y la táctica, lógicamente, estaba empeñada en una coordinación de fuerza entre los dos españoles más en forma. Y todo fue posible hasta que Delgado comenzó a pedir bicarbonato, justo cuando subía la cima de la Madeleine y había quedado ligeramente distanciado del grupo de favoritos.
El bicarbonato en cuestión pareció tener un primer efecto milagroso y Delgado alcanzó al grupo, mientras el peligroso Winnen quedaba descolgado. "Ese fue el momento en el que me sentí más optimista porque pensé que los dos podían iniciar el ataque", explicó Echevarri. Sin embargo, la digestión de Delgado volvió a dar síntomas de escasa solidez y quedó descolgado de nuevo, esta vez en el descenso. A partir de entonces, la carrera tuvo un gran interés mezclado de cierto desconcierto. Nadie encontraba a Delgado, por lo que algunos pensaron que se había escapado y otros justo lo contrario. Delgado no estaba delante sino muy distanciado, cada vez más, según esa "pelota", que él señala como culpable, le iba imposibilitando toda ingestión de alimentos. "Del estómago, fatal, pero de piernas iba bien".
Descartado Delgado, el puerto de Aravis, segunda categoría, dio el inicio a una conflagración general, con ataques dispersos e individuales, que dieron movimiento a la etapa. Se formaron dos grupos y Arroyo permaneció vigilante, al lado de Fignon, Van Impe, Winnen, Bernaudeau y los colombianos. Un accidente anterior había llevado al hospital a cuatro corredores (Van der Velde, Maertens, Nulens y Vallet). El francés Michaud se distanció y adquirió una ventaja que no intranquilizaba por su posición en la general.
Volvieron las escaramuzas, el australiano Anderson atacó, Fignon quedó descolgado y Arroyo entiende que ha llegado su momento. Es la subida al Joux Plane, último puerto de primera, cuando estaba Van Impe, Corredor y Alban. Luego se queda con el holandés Van Impe, para dejarlo en los últimos kilómetros. Arroyo subió muy suelto, pero no pudo impedir que el francés Michaud descendiera a la meta con la victoria en las manos.
Así, en Morzine, Fignon, que no había estado tan brillante como en L'Alpe D'Huez, que corría con sus ya reconocidos anteojos de marco circular, que portaba por vez primera el jersei amarillo, llegó a la meta asentado en el liderato para satisfacción de los franceses, que reconocían, con escaso placer, que el Tour-83 era uno de los más emotivos.
La circunstancia sobresaliente era que, a cinco jornadas del final nadie podía asegurar el vencedor. Lo tranquilizador era saber que Fignon ganará el Tour, si no se ve obligado a pedir bicarbonato, y como tal triunfador estará en la necesidad de cambiar de marca comercial. Fignon e Hinault ya no caben en el mismo equipo.
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