La crisis de la teoría económica y los economistas
Como ciencia que se ocupa prioritariamente de la producción de los bienes de una sociedad, así como de las condiciones sociales y políticas que rodean a esa producción, se sirve de las matemáticas, de la estadística, de la historia económica, de la teoría monetaria, de la planificación, como instrumentos. En ésto es donde es preciso que la ciencia económica tenga claro el objeto y el campo de su análisis, y se hace indispensable disponer de rigurosidad en la aplicación de los conceptos y de todos los instrumentos de la investigación científica.Menciono estos datos porque en el mundo académico se reconoce que la teoría económica atraviesa por una severa crisis. La teoría económica revela su carácter eminentemente social al no poder substraerse de la crisis generalizada que vive la sociedad. Esta parálisis se manifiesta en la falta de alternativas que ofrece a los grandes problemas económicos de la actualidad, problemas que, por otra parte, ya no se pueden explicar (y no digamos resolver) acudiendo a los viejos y agotados conceptos e instrumentos de los economistas clásicos. Se diría que los economistas han perdido la noción del tiempo y de la historia. En efecto, las condiciones económicas y sociales estudiadas por los economistas clásicos son de la época de la infancia del capitalismo, pero hoy en día ese capitalismo ha llegado a la plena madurez y a su cuerpo se han adherido múltiples dolencias. Sin embargo, muchas corrientes de pensamiento económico siguen insistiendo en remedios no muy diferentes a los empleados por David Ricardo (1772-1823) cuando el sistema iniciaba el despegue de sus potencialidades.
El callejón sin salida
El callejón sin salida de la teoría económica es producto, entre otras cosas, de la esquematización y del afán de aplicar, como camisas de fuerza, las formulaciones clásicas a los problemas del presente. Por si fuera poco, en las últimas décadas, la economía se ha refugiado fundamentalmente en un empirismo sospechoso donde los fenómenos sociales se caricaturizan en magnitudes estadísticas y matemáticas, a pesar de lo dicho por Marshal en 1906: "Un buen teorema matemático aplicado a hipótesis económicas es improbable que diese lugar a buena economía".
Efectivamente, los datos estadísticos son apenas un indicativo, la apariencia de las cosas. Las verdades hay que buscarlas tras el telón. Por ejemplo, el déficit del sector externo de un país no dice nada por sí mismo, pues ese déficit es apenas la manifestación externa del desequilibrio interno del aparato productivo nacional. La teoría económica, y con ella los economistas, han renunciado a desentrañar las grandes complejidades de la realidad económica de nuestro tiempo. Sin una formación adecuada de la historia económica y de la economía política (incluídos aquí los instrumentos matemáticos y estadísticos), se tienen pocas posibilidades de enfrentarse airosamente a la realidad social. La estadística y las matemáticas son eficaces como instrumentos de investigación, pero son inservibles como sustitutos del método de investigación. A este respecto es muy sintomático que, como en tantos otros campos del saber, quienes están fabricando "lo último" de las "cápsulas" del saber económico, son las escuelas de economía de los países desarrollados, principalmente de los Estados Unidos. No sólo venden productos electrónicos o maquinaria, sino que también nos venden lo último que hay en modelos econométricos. Y se fomenta poco el estudio combinado de la Historia Económica junto a la Microeconomía, la Metodología de las Ciencias junto a las Matemáticas, la Macroeconomía y el Desarrollo Económico, la Industrialización y la Agricultura, los Modelos Econométricos y el Marxismo, el Desarrollo frente al Subdesarrollo, mientras se siguen primando asignaturas estrechamente relacionadas con los aspectos técnicos de la economía (Matemáticas, Estadística, Micro, Macro), con lo que se limita, cuando no anula, la profundización de las áreas que dan razón de ser a la Economía como ciencia social.
Con este tipo de formación los futuros economistas sabrán discernir muy bien los modelos y las ecuaciones abstractas, y en que puntos las curvas son cóncavas o convexas, pero en cambio tendrán serias dificultades para investigar realidades de fondo y traducirlas a un lenguaje sencillo que permita comprenderlas.
Pero, ¿a quién conviene la formación de economistas sin iniciativas, repetidores de ideas y conceptos que en última instancia reflejan realidades que no son las suyas?. Bien sabemos que para captar el contexto argentino, brasileño, panameño o español no siempre son útiles las ecuaciones elaboradas en las universidades de Yale o Chicago, porque los supuestos bajo los cuales se apoyan esos modelos no son los mismos que los de aquellos países. El traslado mecánico de fórmulas y soluciones está dando al traste con la marcha de la teoría económica y con la posibilidad de encontrar salidas a nuestros problemas.
Los verdaderos actores
La búsqueda de soluciones implica tirar del telón y descubrir a los verdaderos actores de la compleja trama. Mientras a los conflictos, contradicciones y cloacas en la vida real de la sociedad les llamemos "agentes económicos" (y ahí se iguale, como tales, a un campesino guatemalteco con un Rockefeller); mientras en vez de hablar de monopolios aludamos a .obstáculos a la competencia perfecta", y expliquemos el paro voluntario diciendo que es una situación en la que "la utilidad marginal del ocio" es superior a la "utilidad marginal del salario" (pues así es como se le llama a la incapacidad de la economía para crear empleos), constará mucho hacer diagnósticos concretos, válidos e inteligibles.
Lo grave de nuestras universidades y economistas es que repiten diligentemente las más variadas e inimaginables clases de "curvas" que nos envían Mr. Buchanan y Mr. Tullock, y se mantienen de espaldas a nuestras verdaderas realidades.
En esta situación, los profesionales de la Economía se convierten, no en buscadores inquietos de la verdadera causa de los fenómenos sociales, tampoco en creadores de modernos conceptos que demuestren haber captado nuevas realidades, sino en los modernos teólogos de los esquemas de ofertas y demandas, propensiones y derivadas, variables y modelos. Pues bien, todo este lenguaje no hará avanzar un ápice la Teoría Económica. A pesar de que Gil de Zárate tenía razón cuando afirmaba que: "La enseñanza es una cuestión de poder" el deber de los economistas es volver a darle a la Economía la objetividad que debe caracterizar a toda ciencia social, lo cual implica reivindicar el marco histórico y político bajo el cual funciona y se entiende la economía.
es economista.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.