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Reportaje:

La historia de la música, a su servicio

La Biblioteca Musicalde Madrid tiene a disposición del público 50.000 títulos y documentos que consultan investigadores de todo el mundo

La Biblioteca Musical de Madrid puede dar la oportunidad de leer partituras manuscritas de Manuel de Falla, admirar una de las guitarras de Andrés Segovia, o contemplar la batuta que utilizó en su último concierto Ataúlfo Argenta. Además, permite tomar prestados todo tipo de instrumentos, aunque para los de viento, eso sí, es preceptivo presentar un certificado médico que avale la ausencia de enfermedades contagiosas. Junto al valor de los documentos y los objetos que alberga, este auténtico museo musical presenta sin embargo notables insuficiencias.

En 1923 se creó en Madrid una sección que fue única en Europa: la de préstamo gratuito de instrumentos musicales. Actualmente son los alumnos del Real Conservatorio, y algunos otros pertenecientes a centros reconocidos, los solicitantes habituales de los 80 instrumentos de que dispone la biblioteca.Éstos son prestados para todo el curso lectivo, y en su mayor parte son de cuerda, aunque desde hace dos años la actual encargada, Pilar Redondo, introdujo algunos de viento. "Aquí hay colas en la solicitud de préstamos", afirma, "y es lógico, porque en ciertos instrumentos el mercado es nulo o cuestan bastante caros. Es el caso de las violas, los violines y los violonchelos".

Esta original biblioteca, dependiente de la Delegación de Cultura del ayuntamiento, fue fundada en 1919 por el musicólogo Víctor Espinós Moltó, con ayuda del concejo madrileño. En 1923 comenzó a prestar instrumentos musicales. A la muerte del fundador, la dirección recayó en su hija, Juanita Espinós, hasta 1978, año en que se jubiló. Tres años después sería la actual responsable quien pasase a desempeñar el cargo dependiente de la Dirección de Bibliotecas Municipales.

El local, desde su fundación, fue cambiando de emplazamiento. Tras abandonar su carácter itinerante inicial entre los pueblos circundantes, hoy barrios madrileños, fue trasladada desde la antigua dependencia que ocupaba en el interior de la plaza Mayor a otra, elegida dentro del mismo edificio, que asoma a la calle Imperial. Desde este emplazamiento ha pervivido hasta hoy, relativamente alejada del conocimiento de los madrileños y de los españoles en general.

Un olvido al que contribuye en cierto modo su situación rinconera junto a uno de los arcos de entrada a la plaza Mayor, la difuminación que sufre junto a otras dependencias municipales instaladas en el mismo edificio y, anecdóticamente, por la invisibilidad del letrero que iuforma de su existencia, debido a los andamios instalados para remozar la fachada. También, por la escasa atención prestada en este país a la música autóctona.

"Existe un proyecto de ampliación del local a costa del adyacente de Juzgados, o bien de traslado a los locales de Conde Duque", explica Pilar Redondo. "Es indispensable hacer algo. No hay espacio ni para la lectura de libros o revistas ni para escuchar los discos almacenados con que contamos. Los archivos se van quedando pequeños, y casi no sabemos dónde meter a los niños que nos visitan todos los viernes para escuchar los conciertos que realizamos para ellos".

Muchas potencialidades y poco espacio

"Tenemos también cuatro cabinas, con sus respectivos pianos, pero están mal dispuestas", añade. "Quienes vienen a ensayar deben atravesar una de las cabinas para pasar a la vacante, originando las consiguientes molestias al ocupante de la primera. Además, están sin insonorizar, cuestión que se está resolviendo ahora".Si a esta enumeración de circunstancias se añaden la sección de -préstamos de instrumentos, ya mencionada (única en Esapaña), y otras actividades proyectadas al exterior, como conciertos en el Centro Cultural de la Villa, el re sultado arroja un cúmulo de posibilidades insuficientemente desarrolladas y de urgente respuesta.

De momento, la biblioteca funciona con donaciones y un presupuesto del ayuntamiento, cifrado aproximadamente en 250.000 pesetas anuales, que son destinada a la renovación y conservación de los valiosos fondos documentales, constituidos por 50.000 títulos que hacen la delicia de los investigadores, básicamente extranjeros, que los consultan. Estos fondos, casi únicos en España, no están aún debidamente clasificados, por falta de medios, y se da la circunstancia de que en alguna ocasión se han puesto en manos de alguno de los cerca de 1.800 socios lectores obras excepcionales de indudable valor.

"El reconocimiento de la Biblioteca Musical en los años treinta, cuarenta y cincuenta ha sido de mucho más auge que ahora", relata Pilar Redondo. "El 80% de los investigadores que la utilizan son extranjeros.

Esta biblioteca figura en los repertorios, índices, catálogos y boletines mundiales, y en muchas ocasiones nos piden desde fuera algunas fotocopias de partituras que nosotros gustosamente enviarnos", explica Pilar Redondo.

El museo y las nuevas generaciones

Las vitrinas del museo, situadas en la misma sala donde una vez a la semana se presenta música viva a los niños, contienen diversas obras e instrumentos, que han merecido, junto con otras características apuntadas ya, la concesión de varios premios a la biblioteca en congresos internacionales.En estas dependencias se hallan, por ejemplo, todas las partituras, de diversas épocas, de distintos países, inspiradas en El Quijote, de Cervantes; o la partitura de El retablo de maese Pedro, donada por Falla en el año 1928; algunos instrumentos orientales; un piano Forte de principios de siglo; la batuta del último concierto de Ataúlfo Argenta, o una flauta salmantina del siglo XIII, tallada a mano. Estas piezas, conforman, junto con otras que no desmerecen de su valor, la amplia exposición de la bilbioteca musical.

Por esta sala, que también hace las veces de vestíbulo, transcurren las nuevas generaciones que empiezan a estudiar música, en busca de un instrumento con el que practicar. "Normalmente vienen chicos de los primeros cursos, porque normalmente el que hace cuarto o quinto curso ya se ha comprado su propio instrumento. A los solicitantes de los instrumentos de viento que se prestan les pedimos un certificado médico que garantice la higiene bucal de los usuarios, pues es fácilmente trasmisible cualquier enfermedad infecciosa por las boquillas de flautas trave.seras, oboes o clarinetes. Por lo demás, los instrumentos prestados son bastante buenos, algunos incluso han sido utilizados para dar conciertos. Por ello se exige al prestarlo un aval y la matrícula en el Conservatorio".

Pilar Redondo, encargada actualmente de cuidar de los documentos e instalaciones, señala la antigua adscripción como socios de la Biblioteca Musical de autores como Falla, Chapí o Chueca, cuyas cartas manuscritas se conservan en el museo.

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