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Tribuna
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'Top-less'

Manuel Vicent

En el principio, la mano desarrolló el cerebro y el cerebro se dedicó a la tarea de calmar las ansias del estómago. Juntos los tres -la mano, el cerebro y el estómago- han formado la historia. En cada punta de ese triángulo ha cristalizado un principio de filosofía: el pragmatismo en el brazo, el idealismo en la sesera y el materialismo en el vientre. La cuestión consiste en dilucidar qué lado de ese triángulo equilátero constituye la base. Por supuesto, de cintura hacia arriba el cuerpo humano siempre ha gozado de mejor Prensa. Pero a uno le parece muy maniqueo dividir a las criaturas por el talle cargando a la parte inferior con lo abyecto. Uno cree que es en el fondo de las vísceras donde el hombre ha engendrado las sensaciones más espirituales y ha tramado las ideas más revolucionarias.Antiguamente, en el pecho se hallaba situado el arrojo, la nobleza y el belcor. Pero ahora ha llegado el alcalde de Cádiz con ese bando liberal que permite el top-less, y de pronto las señoras se encuentran con media inocencia corporal recuperada legalmente. También hace unos años el idealismo estaba debajo del sombrero. El pudor del cráneo, la sopa de neuronas, había que cubrirlas con la chistera, el hongo, la gorra o el borsalino. Llevar la cabeza despejada fue una, revolución. Existen ideas muy indecorosas, fanatismos obscenos, creencias impúdicas, pero nadie pide que las tape un jipijapa. Lo mismo ha sucedido con la mano. El saludo de los romanos con la palma abierta, ese nudo de dedos con que se recibe a las visitas o se presenta a los desconocidos es una forma de indicar que uno no va armado, que es inocente. Cuando las mujeres ya han recuperado las tetas y los hombres han descubierto la mano o la olla del pensamiento, ahora sólo queda darle al vientre sus derechos. No se trata de quitarse el meyba o de arriar los calzones, sino descubrir la espiritualidad de los menudillos. El hombre fue un mono que comenzó a jugar con unos palillos. Su zarpa desarrolló el cerebro. Hoy estos dos instrumentos van desnudos por el mundo con una inocencia preternatural. Pero el vientre, o sea la parte más mística del cuerpo, todavía es culpable. Aún está esperando el bando de otro alcalde de Cádiz.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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