Manuel Gutiérrez Aragón
El director de 'Demonios en el jardín' jamás ve una película suya por segunda vez
El director de moda, el que cosecha un premio detrás de otro, es un personaje normal y corriente con una ironía desbordante y algún que otro toque de excentricidad. Nunca, jamás, vuelve a ver una película suya después de montarla y proyectarla por vez primera. Si alguien en su casa pone una en el vídeo, se va a otra habitación. Tampoco ve más de una vez las de los demás, por muy buenas o históricas que éstas sean. Le espantan los cinéfilos y aplica una generosa dosis de escepticismo a la crítica, que por otro lado siempre le ha tratado con mimo, y a los galardones cinematográficos.
"Los premios son como los ladrillos que fabrican la tumba de uno" dice Gutiérrez Aragón. "Como verás, no tengo ninguno por aquí... Bueno, sí. Hay uno ahí para sujetar la puerta. Es que, además, ahora hay más premios que películas Pronto va a ser más distinguido no tener premios que tenerlos". Manuel Gutiérrez Aragón, 41 años, es el director de Habla, mudita, Camada negra (Oso de Berlín en 1977), Sonámbulos (Concha de Plata en el Festiva¡ de San Sebastián), El corazón del bosque, Maravillas (Premio de Chicago, Sant Jordi y Fotogramas) y Demonios en el jardín, una película que está disfrutando de los más grandes honores. Ha sido Premio Sant Jordi, Fotogramas, Guía del Ocio, de la Crítica Internacional en el Festival de Cine de San Sebastián y, recientemente, el Donnatello, que los especialistas califican de "Oscar italiano". Ahora, además, ha sido seleccionada para el Festival de Cine de Moscú, que se está celebrando en estos momentos.Más adelante, este joven director de Torrelavega (Santander), que confiesa haber sido un niño mimado porque, como el pequeño protagonista de Demonios en el Jardín, disfrutó de una enfermedad que acaparaba la atención de los adultos, confiesa que quizá puede hablar de esta forma un tanto despectiva acerca de los galardones porque se los dan. "Si de pronto dejara de recibirlos, seguramente los echaría de menos".
Manuel Gutiérrez Aragón llegó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras, y, dado que la Universidad española le parecía insustancial y aburrida, se matriculó en la Escuela Oficial de Cinematografía para pasar sus ratos libres. "Una carrera de tres años que yo hice en seis. Allí nadie hubiera pensado que yo llegara a ser director de cine. Además, aprobé el examen de ingreso gracias a la redacción que hice. Porque lo que realmente me ha gustado siempre ha sido escribir".
Gutiérrez Aragón perteneció al PCE justo hasta el momento en que este partido fue legalizado Además de dirigir películas ha hecho guiones para otros -Las largas vacaciones del 36, de Jaime Camino, o Las truchas, de José Luis García Sánchez- y dirigió una adaptación teatral de El proceso de Kafka. Su vida está dedicada casi por entero al cine. Entre sus aficiones se encuentra la de comer mucho y bien, aunque, según sus amigos, se duerme en cuanto acaba de cenar, lo que hace imposible una tertulia de sobremesa.
Dice que le gusta el cine americano, el de aventuras, el que hace soñar a la gente. Y tiene una extraña teoría sobre su trabajo. "Yo siempre comparo el cine con la actividad militar, porque no sólo se trata de saber rodar bien, sino de convencer a la gente de que eso que hace está bien elegido. Siempre me ha parecido completamente estúpido que un comandante pueda convencer a la tropa de que lo mejor para ellos es tomar una colina. Algo debe ocurrir para que vayan y tomen esa colina, en la que están cayendo bombas, como si fuera lo mejor que han hecho en su vida. Ese mismo engaño se produce en el cine. El director ha de ser capaz de convencer a la gente de que lo que está contando es verdad. De que, por ejemplo, Ana Belén odia muchísimo a su cuñada o de que a aquella señora la van a aserrar por la mitad".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.