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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Los desastres de la guerra', la fidelidad al mensaje

En 1810, Francisco de Goya comienza a grabar las primeras planchas de la famosa serie de los Desastres de la guerra, cuyas escenas sirven de inspiración para la película que con ese mismo título está proyectando Televisión Española las noches de los lunes en la primera cadena. Antes de comentar esta producción cinematográfica, que ha sido dirigida por Mario Camus, me parece oportuno refrescar algunos datos históricos sobre las estampas goyescas mismas, pues son, al fin y al cabo, el fundamento principal de la cuestión. Antes, por ejemplo, he indicado la fecha en la que Goya inicia la serie, que coincide precisamente con el desencadenamiento de las partidas guerrilleras antifrancesas, entre las que, destacó la de Juan Martínez, el Empecinado, uno de los protagonistas de la versión cinematográfica de Camus; ahora, sin embargo, quiero añadir que el proceso de estampación no concluyó definitivamente hasta 10 años después, en 1820, lo que significa que entretanto no sólo se produjo la expulsión de Napoleón de España y el retorno de Fernando VII, sino, contra lo pactado en las Cortes de.Cádiz, la abolición absolutista de la Constitución liberal de 1812, el restablecimiento de la Inquisición y de la censura, y, en definitiva, una persecución despiadada de los sospechosos políticos. En 1820, por último, se producen dos acontecimientos históricos muy elocuentes: la sublevación liberal de Riego y la muerte de Napoleón, en Santa Elena.Esta década tuvo también su importancia en la vida personal de Goya, que en 1811 recibe por mandato de José Bonaparte la Real Orden de España y al año siguiente pierde a su esposa, Josefa Bayeu. En 1815 es procesado por la Inquisición a causa de Las majas, y en 1819 se instala en la llamada Quinta del Sordo, en cuyas paredes pintará las escalofriantes Pinturas negras.

Tomando en consideración la cronología de los hechos épicos y políticos acaecidos durante esta década es, desde luego, posible seguir el hilo arguméntal de los Desastres, que no se limitan a los episodios bélicos de la Guerra de la Independencia, pues toda la parte final de los mismos está dedicada a la crítica del oscurantismo, respondiendo de esta manera el viejo ilustrado que era Goya a lo que estaba ocurriendo en la etapa absolutista. En cualquier caso, las violentas imágenes de la guerra constituyen el tema de la casi totalidad de la serie, cuya característica más sobresaliente, como se ha repetido, es su tono marcadamente antiheroico y más sorprendentemente su falta de toma de partido; lo cual, sobrepasando incluso el precedente de Jacques Callot, cionvierte a los Desastres en el primer manifiesto antibelicista moderno, no sólo por la conidena sin paliativos de la guerra en sí, sino por situar al pueblo anónimo como el sujeto paciente de la tragedia, el único que hace y deshace en esta historia o, si se quiere, el único que, a la postre, que da verdaderamente deshecho.

Aunque la técnica empleada por Goya en los Desastres tiene mucho de cinematográfica, llegándose en algún caso -en el grabado número 301 Estragos de la guerra- a una animación tan verista que con razón piensa La fuente Ferrari que podría tratarse de la captación instantánea de los efectos de la onda expansiva de una bomba sobre la población civil, la empresa de pasar a película este conjunto heterogéneo de imágenes espeluznantes no es fácil. Por de pronto hay que entretejerlas con una unidad argumental y hay que comprometerse con una interpretación histórica que no permite ni ese socorrido maniqueísmo con el que se suele salvar el interés narrativo de la acción ni tampoco ninguna simplificación de tipo psicológico o ideológico. Y es que los Desastres son la crónica objetiva de la crueldad humana, vista por una mente pesimista y desconcertada.

Sin meterme en cuestiones de técnica cinematográfica, para lo que no estoy preparado, a mí me parece, sin embargo, que esta versión de Camus es, por de pronto, extraordinariamente honesta y consecuente con el que suponemos ideario y vivencias de Goya.

Objetividad histórica

Claro que la mínima eficacia buscada en el ritmo narrativo exige la encarnación estereotipada de ideas y situaciones, así como salpimentar la acción con, alguna anécdota trivial que descargue un clima tan fuertemente siniestro que resultaría insoportable. De todas formas la objetividad histórica de fondo está aquí rigurosamente garantizada y, a través de ella, el mensaje filosófico -nada simple- que contienen los Desastres.

Puestos a criticar, si se me apura, yo diría que, desde mi punto de vista, el principal defecto que detecto proviene precisamente de esta actitud en exceso respetuosa, casi hasta rozar el escrúpulo intimidatorio. Me explico: esa preocupación por no simplificar el mensaje goyesco, a la vez que se cuida su proyección didáctica con un distanciamiento casi brechtiano, atenúa la atmósfera asfixiante del expresionismo desatado del maestro aragonés, a punto ya, por aquel entonces, para empezar a pintar los negros delirios de su Quinta. La fidelidad con los escenarios naturales, el esfuerzo por no separarse demasiado de los datos conocidos, la sobriedad impuesta a los actores, etcétera, pero, quizá, sobre todo, las específicas limitaciones que exige un relato mediante episodios recortan de manera decisiva las posibilidades que tenía Camus para seguir ese otro camino más estético, subjetivo. Yo creo que voluntariamente ha sacrificado el lucimiento personal y que lo ha hecho, con responsabilidad y nobleza, para transmitir a todos los españoles una lección de su historia contemporánea, cuyos anienaz antes fantasmas sólo los necios pueden dar por definitivamente desaparecidos.

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