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La política exterior española

Tras la segunda guerra mundial, la política exterior de los países europeos se ha simplificado enormemente. Dicho de otra manera, se han reducido las opciones. Al este del muro de Berlín, por ejemplo, Rumanía intentó hacer una política exterior independiente, pero su ministro de Asuntos Exteriores, Cornelio Manescu, se vio obligado a renunciar. Antes de su renuncia puso este anuncio en los periódicos: "Cambio excelente política exterior por mejor localización geográfica". Y al oeste del muro, el general De Gaulle pudo comprobar los efectos perniciosos de convertir en oro los dólares sin venir demasiado a cuento. Conclusión: ¿puede realizarse- en Europa occidental -o en Europa oriental- una política divergente de la programada por Washington o, en su caso, por Moscú? La respuesta es simple: puede hacerse, pero no es razonable.Queda, sin embargo, en Europa occidental un ámbito de libertad para las relaciones intraeuropeas. Lo cual no significa, ni mucho me nos, que la diplomacia norteamericana no mueva sus piezas en ese terreno. Se ha sabido que los ingleses, hábilmente incitados por Washington, llevaban a la reciente cumbre mercado comunitaria de Stuttgart una decidida inclinación a favorecer la candidatura española. Y se ha sabido, como viene siendo habitual, que Francia ha echado nuevamente el cerrojo al asunto.

Conviene, sin embargo, matizar este nuevo cerrojazo francés sin llegar a los extremos de optimismo que exhibe nuestro ministro de Asuntos Exteriores. Y es que Francia no veta ya a España por principio, sino por accidente. España es la palanca que usa Francia para que salte la resistencia alemana a financiar la agricultura francesa del midi. Si en el próximo diciembre, como es de prever, queda rota esa resistencia, nada se opondría al ingreso de España en el Mercado Común. La diplomacia norteamericana ha jugado, por otra parte, muy a favor de España. ¿Seguirá haciéndolo?

22 de junio

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