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Tres reclusos fugan de la cárcel de Carabanchel 'armados' con una pistola de escayola pintada de negro

Tres reclusos, considerados "muy peligrosos" por fuentes de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, se evadieron a mediodía de ayer de la prisión madrileña de Carabanchel, tras asaltar, atar y amordazar a un funcionario, al que amenazaron con una pistola de escayola pintada de negro y con un pincho o arma blanca de fabricación carcelaria. Los presos fugados, Antonio Álvarez Gallego, Antonio Retuerta González y Alfonso Palomares Rodríguez, habían llegado a Carabanchel el pasado 1 de junio, procedentes de la prisión de Burgos. Dos periodistas de EL PAIS vivieron en el centro penitenciario la tensión que se registró en él durante la fuga y los momentos posteriores.

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A mediodía de ayer, un funcionario de 27 años de edad, hacía guardia, desarmado como el resto de sus compañeros. El empleado M. tenía empapada la camisa azul, distintiva de su cuerpo, y pensaba que el calor iba a ser el principal problema de la jornada. Hasta ayer, y durante los dos años y medio que lleva en Carabanchel, M. no se había visto implicado en ninguno de los violentos sucesos que se producen en ese centro.A la misma hora, la mayoría de los 1.539 reclusos intentaban protegerse del calor en las sombras de los patios, vestidos muchos de ellos con poco más que un bañador. No hacían nada de particular, tan sólo hablaban y sesteaban. Sin embargo, Antonio Álvarez, Antonio Retuerta y Alfonso Palomares no permanecían tan ociosos como el resto de los internos. Los tres, considerados muy peligrosos por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias y sometidos, en teoría, a estrecha vigilancia, ocupaban una celda de la primera planta de la tercera galería.

La fuga de los tres internos fue de ejecución clásica. A lo largo de las noches anteriores habían limado con paciencia las rejas de la ventana de la celda, al tiempo que confeccionaban, con retales de las mantas, una liana de unos 15 metros de largo. También habían logrado fabricar un par de armas, una de las cuales, como se supo luego, era simulada. Hacia las 12 horas de ayer, retiraron los barrotes, descendieron a pulso hasta el patio, vacío en ese momento a causa de unas obras de reforma, y caminaron con calma hasta el control más inmediato, la garita del laboratorio, donde estaba situado M. "Ví cómo se me acercaban tres jóvenes, de entre 25 y 30 años bien vestidos, aseados y afeitados", relata el funcionario. "Uno de ellos parecía un compañero porque llevaba una camisa azul y algo así como una placa en el pecho. Otro, que tenía una perilla rubia, vestía con un mono de obrero y una gorra. El tercero, creo, llevaba un traje de calle. No pensé que fueran fuguistas, sino dos obreros acompañados por un funcionario". Ya cerca de M., en la puerta de la garita, los reclusos esgrimieron sus armas. "Uno me colocó un pincho en el cuello y otro me apuntó con lo que me pareció una pistola. Dijeron que si me movía era hombre muerto".

"Vosotros tranquilos"

"Vosotros tranquilos", dijo entonces el funcionario, al que, según su propia confesión, la empapada camisa no le llegaba al cuerpo. "Tu enróllate bien y no te pasará nada", fue la respuesta que obtuvo. A M. le despojaron de sus llaves y le ataron con un largo hilo de cobre. Su boca fue silenciada con esparadrapo. Un guardia civil armado, situado en una caseta adosada al muro de la cárcel, a 10 metros del lugar de los hechos, no se dió cuenta de lo que estaba ocurriendo. Durante los 10 minutos siguientes, el funcionario permaneció tendido en el suelo, completamente inmovilizado, mientras que los reclusos abrían la verja del laboratorio con sus llaves, salían al patio de acceso al centro, se confundían con los visitantes y, al parecer, tornaban, sin más contratiempos, el camino hacia la libertad. En el suelo dejaron las armas: un afilado pincho y una pistola de imitación, realizada con escayola pintada de negro. El descubrimiento del funcionario reducido provocó una gran conmoción en Carabanchel. Todos los presos fueron recluidos en sus celdas, para efectuar un recuento y averiguar la identidad de los escapados, y se prohibió la salida del centro a los visitantes, tanto abogados como familiares y amigos de los internos. Dos, horas duró esta situación, y fuertes contingentes de la Guardia Civil rastrearon la prisión y sus alrededores. Cuando, hacia las 14 horas, se franqueó la salida de Carabanchel, todos los vehículos fueron registrados.La fuga se produjo en uno de los momentos más conflictivos de la historia de la prisión de Carabanchel. En las últimas semanas han fallecido de forma violenta cuatro reclusos y se han producido otros tantos secuestros de funcionarios.

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