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Lluís Racionero, griego de aspiración

El escritor quisiera ser un Gore Vidal o una Yourcenar del Mediterráneo occidental

Lluís Bassets

La luz de la bahía de Rosas y de la llanura del Empordá, aventada por la tramontana, echa sus sombras sobre un dintel, en la masía del escritor. Otium cum dignitate, dice. Es el lema de Lluís Racionero. Dejó su trabajo de PNN para retirarse al campo, cultiva el huerto a temporadas, tiene carné de Esquerra Republicana de Catalunya, aunque afirma que "esto de las naciones es tremendo", y ha alcanzado el Premio Anagrama de ensayo con un libro de corte profesoral, que acaba de publicarse, después de darse a conocer como escritor catalán con la novela Cercamón. Mientras Guerra promete los 800.000 empleos, Racionero reivindica, en su libro Del paro al ocio, una sociedad sin trabajo.

El ensayo que acaba de publicar Racionero es estrictamente académico, con notas al pie y bibliografía. Todo lo opuesto a su única novela, Cercamón, o incluso a sus ensayos sobre la contracultura. Pero una corriente subterránea permite comprender los motivos de este libro: la defensa de la sociedad del ocio que Racionero ha soñado, y "que es como la democracia griega, pero asentada sobre las máquinas y no sobre los esclavos". Su vida ampurdanesa, en una vieja masía, es la realización presente y posible de esta utopía.Racionero huyó de la ciudad en 1977. Va a Barcelona esporádicamente, a ver un partido del Barça, por ejemplo, o a resolver asuntos de negocios, de sus relaciones con los editores. Pero a veces se fuga incluso del campo, como hace unos días, cuando se recluyó en el monasterio de Poblet, con los monjes, para estudiar la filosofía medieval, imprescindible para la tarea literaria que le ocupa actualmente.

El libro que ahora publica lo empezó hace 10 años, con un artículo publicado en Triunfo sobre el crecimiento cero. Uno de sus temas centrales es la culpabilización de la cultura anglosajona. "Los bárbaros del norte", según su propio vocabulario. "Los nórdicos no tienen mesura, no saben poner freno a las cosas, y de ahí esta obsesión por la producción y por el crecimiento". Racionero busca en el Mediterráneo, y también en la India y en China, el modelo económico alternativo, como Schumacher con la'"economía budista".

"En vez del aumento del producto nacional bruto, hay que buscar el aumento del producto de bienestar público". A la medición del bienestar dedica también Racionero parte de su estudio. Y respecto al programa socialista, piensa que en vez de pretender crear nuevos puestos de trabajo, tarea además impracticable, lo que hay que hacer es repartir mejor el ocio entre todos los ciudadanos.

"Los cambios que se necesita son de mentalidad. Hay que terminar con la idolatría del trabajo, que debería sustituirse por el ideal griego de ocio con dignidad". El topos perfecto para esa utopía es el Mediterráneo, y su cronos, el medieval, cuando no existían las naciones ni las actuales escisiones y fronteras entre gentes, culturas y lenguas. Por eso su libro Del paro al ocio es una reflexión, de distinto tono, pero de idéntico tema que su novela Cercamón, donde describe las peripecias de un trovador por las tierras de Cataluña y Provenza.

La novela que escribe ahora sigue en la misma línea. En ella aparecen las relaciones entre las tres grandes religiones de esta área cultural: la cristiana, la musulmana y la judía. Un gran personaje de la época, que vive a caballo de las tres culturas, y que Racionero se resiste a identificar, es el centro de la narración. Racionero no esconde que quisiera ser un Gore Vidal o una Marguerite Yourcenar de la cultura que se produce en el área mediterránea, desde Toscana hasta Valencia. "Vicenç Ferrer no tenia don de lenguas, como dice la leyenda, sino que en el catalán que se hablaba en Valencia se hacía entender por los aragoneses, los occitanos de Narbona o los piamonteses".

Para Racionero el Renacimiento no es, por tanto, el inicio de una gran etapa cultural, sino la culminación y síntesis del ecumenismo de la Edad Media. "El mundo moderno es la muerte del Renacimiento. Las ciudades-estado, la fragmentación y la comunicación medieval, las independencias o, si se quiere, autonomías comportan creatividad. El Estado nacional, en cambio, y el cartesianismo son la muerte de todo esto".

Le gustaría hacer una novela que no fuera de tema histórico. "Pero eso me lo guardo para cuando sea mayor". Cree que en la gran mayoría de las novelas actuales no sucede nada, no se explica nada. A sus 43 años se considera joven, inexperto y aprendiz en muchas cosas. "Nosotros sufrimos aún el vacío creado por la guerra civil". Resignado a escribir sobre temas históricos -"porque no me atrevo a hacerlo sobre temas actuales"-, tiene por personajes centrales de su mundo literario a Ramón Llull, a Amau de Vilanova, al murciano Mohidin Ibn Arabí y al cabalista gerundense Bonaventura de Porta.

Pero su mirada hacia el pasado es la del ángelus novus, y sus alas vuelan hacia el futuro. Como los celebrados jóvenes del 68, Racionero sueña aún una utopía, de ciudadanos griegos, libres y felices, cerca de Empuries, donde seguramente se presentará como diputado por ERC. "No me interesa especialmente la política, pero la entiendo así, como un deber rotatorio de los ciudadanos, y no como una tarea de profesionales y especialistas".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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