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La decisión de Foot de no presentarse a la reelección abre la batalla por el liderazgo del Partido Laborista británico

Soledad Gallego-Díaz

Neil Kinnock, un galés pelirrojo de 41 años, portavoz de Educación en el gabinete fantasma laborista, puede convertirse en el próximo líder socialista británico. Kinnock, representante del ala izquierda del partido, tiene, por el momento, un único competidor con posibilidades de hacerle sombra, Roy Hattersley, portavoz del sector moderado. La batalla por la sucesión de Michael Foot, que ha anunciado ya oficialmente que no se presentará a la reelección en el congreso del próximo mes de octubre, se abrió ayer con la toma de posición de algunos de los sindicatos más importantes del Reino Unido.

Aún es pronto para saber cuál será el resultado final de la batalla, porque el relevo no se produciría hasta el otoño, y los meses de verano dan un amplio margen para negociaciones y discusiones internas, pero es significativo que el secretario general de la Unión de Personal Técnico, Científico y Administrativo (AETMS), Clive Jenkins, se haya apresurado a hacer público su apoyo a Kinnock, calificándolo de "político joven y sofisticado". La AETMS, conocida popularmente como el sindicato de los trabajadores de cuello blanco, es en la actualidad una de las organizaciones más poderosas de Gran Bretaña.El papel de la Trade Unions en la elección de los líderes del Partido Laborista es decisivo, porque cuenta con una gran representación en los congresos. La aplastante derrota sufrida por los socialistas en las elecciones de la pasada semana hace que los sindicatos estén dispuestos, al parecer, a promover un cambio "de arriba a abajo". Kinnock contará también con el apoyo de la Unión del Transporte y deberá ser el candidato por el que se decanten las uniones de mineros, empleados del ferrocarril y empleados públicos, amén de ser el líder favorito para el propio Michael Foot, de quien ha sido siempre un protegido.

Su rival, Roy Hattersley, de 51 años, puede contar, por ahora, con un sindicato de gran peso específico, la Unión de Trabajadores de la Ingeniería, pero este soporte, aun aumentado por el de otras agrupaciones más pequeñas, no sería suficiente. Al iniciarse la batalla por el liderazgo laborista, las apuestas favorecen a Kinnock, pese a que tiene un grave inconveniente: su poca experiencia política.

Resulta también significativo que en la lista de candidatos no figure ninguno de los viejos lobos del partido. Ni Denis Healey, actual vicelíder y máximo representante del sector moderado, ni John Silkin lucharán en el próximo congreso. Tampoco luchará por el liderazgo o por la segunda plaza otro de los clásicos candidatos laboristas, Tony Benn. El representante de la izquierda radical podrá hacer valer su influencia y la de sus seguidores, pero no podrá competir directamente, porque para ello es condición indispensable ser diputado, y Benn perdió el pasado jueves, a manos de un conservador, el escaño que ocupaba desde hace más de 30 años.

La situación dentro del Partido Laborista, conmocionado por la envergadura de la derrota sufrida, es muy fluida y, puede haber sorpresas de último minuto. Personas como Peter Shore, un tercer candidato centrista, podría revelarse en octubre como el único compromiso capaz de poner de acuerdo a las dos alas socialistas. Otra posibilidad sería que Kinnock y Hattersley -tal y como han propuesto ya algunos portavoces del partido y líderes sindicales- decidieran presentarse juntos, en el mismo billete electoral, como líder y vicelíder, en aras de la unidad del partido y de la reconstrucción de la organización, pero por el momento eso parece remoto.

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