'Hay que educar a papá', los hijos modernos

Desde que Martínez Soria descubriera aquel personaje de paleto de La ciudad no es para mí, capaz de reorganizar la mala vida de sus familiares en la gran urbe, fue imparable la repetición del modelo en películas sucesivas. Al público no parecía importarle que en cada nuevo título se reconociera el viejo tema. Sólo intermitentemente, en Don erre que erre, por ejemplo, el esquema dio ligeros cambios.Hay que educar a papá (1971), dirigida también por Pedro Lazaga, recalcaba la mala inclinación de los hijos modernos, metido a hippy el chico y enamorada del sinvergüenza hijo de un conde la muchacha. Naturalmente, ellos quieren educarle, enseñarle lenguas y buenos modales. El padre, sin embargo, posee la cultura natural de un melonero, la gracia de la raza, la naturalidad del subdesarrollo, y, como quien no quiere la cosa, acabará convenciendo a todos de que nada hay que mejor que el hogar tradicional. Por extraño que parezca, eran millares los espectadores españoles que aplaudían tal defensa de lo inculto. Aún hoy, son divertidas para muchos las hazañas de este pobre reaccionario: todo consiste en caricaturizar a sus detractores por encima de lo lógico.

Hay que educar a papá se emite hoy a las 16.05 por la primera.