Estoy disuadido
Lo insoportable no es la idea de un conflicto nuclear sin retorno; ni siquiera la pérdida de la prometida virginidad pacifista por un plato de euromisiles, o que esos 300.000 millones del FACA vayan a parar a las muy saneadas industrias de guerra americanas y no a las colas del desempleo español. Lo que verdaderamente espeluzna y paraliza el futuro no es la entrada en la OTAN o en la absurda carrera armamentista: es la entrada veloz en la siniestra lógica de la disuasión.El gran error de los todavía tímidos movimientos pacifistas españoles está en plantear. sus protestas del lado de, la posibilidad real e inmediata de esa fantástica guerra final y en discutir el falso dilema entre los aviones y la margarina. Ni ese bien escenificado holocausto ocurrirá, por la cuenta que les tiene a los dos bloques, ni el precio de esos F-18A con autonomía magrebí de destrucción iba a notarse demasiado en las estadísticas de paro. Lo que empieza a alarmarme seriamente de nuestros socialistas, dicho sea sin ninguna brillantez prosística, con claridad no exenta de perplejidad, es el progresivo coqueteo con el obsceno discurso de la disuasión, como manera ordinaria de regular las relaciones internacionales y, sobre todo, la convivencia nacional. Es esa cada vez más íntima analogía que se detecta entre el acto de gobernar y la estrategia de disuadir.
Leo las noticias que diariamente surgen de ese otro medio de comunicación de masas que es el poder y personalmente me siento disuadido por el plan ZEN, por esas nuevas relaciones de vecindad que intenta imponer Barrionuevo, por las sentencias contra la libertad de expresión, por la declaración gubernamental acerca de los euromisiles, por los pormenores del FACA y también, naturalmente, por las periódicas exhibiciones de fuerza de esas tres intocadas e intocables realidades que son la Banca, el Ejército y la Iglesia, las únicas instituciones españolas, inoxidables, con proyectos verdaderamente nacionales, como recuerda Amando de Miguel: "Cuanto de Estado hay en España".
No ocurrirá la guerra nuclear. No se utilizarán los euromisíles. No llegaremos a la bancarrota por el F-18. Estos simulacros belicistas tienen un,propósito bastante más aterrador: justifican la lógica cotidiana de la disuasión.
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