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Tribuna
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In memóriam

Algo de mí ha muerto estos días. Algo de mí se ha ido chapoteando por el Besós hacia el mar, que es el to end, y me siento dispuesta a escribir coplas por la muerte de mi Banca. Mi Banca Catalana. Ahora, al contemplar una cartilla de ahorros caducada, renegrida en los bordes y con el entrañable anagrama un poco aceitoso, los recuerdos se amontonan en mi mente como ovejitas luceras, y un manto de tristeza cubre mi mano derecha, que es la de imponer, ingresar y reintegrar.¿Qué va a ser de nosotros, perdidos en el magma de la gran banca de dry martini y zapatillas de tenis? La esperdenya y el porrón son valores caducos, ay de mí, en este mundo de trilaterales implacables.

Sólo me queda recordar los viejos, buenos tiempos aquellos en que Jordi Pujol, pertrechado en su despacho recoleto, decidía si le convenía o no conceder préstamos para que los intelectuales que se habían encerrado en Montserrat -juicio de Burgos, 1.970- pagaran las multas con que la autoridad les había obsequiado.

Sólo me queda recordar los buenos, viejos tiempos en que Banca Catalana se hacía cargo de la Enciclopedia Catalana y la saneaba

¿Y para qué es esa escobita?" "Es para sanearte mejor"- y despedía a buen número de trabajadores, entre ellos Montserrat Roig, Benet í Jornet y el propio y Ivero Heribert Barrera. Los trabajadores, en señal de protesta, se encerraron durante varios días en el chalé que la Enciclopedia tenía en San Gervasio, y allí fuimos los amigos, con mantas y víveres que. les pasábamos a través de la verja.

Sólo me queda recordar los viejos, buenos tiempos en que los despedidos acudían a la entidad para informar a los clientes del comportamiento de la banca més banca de totes les banques que esfan i es desfan, y los directivos llamaban a la policía fascista, que se apresuraba a disolverles con sus encantadores modales de los viejos, buenos tiempos.

Aunque, realmente, lo que me preocupa es el destino de la jardinerajaponesa que sembró de tulipanes y algún que otro bonsai la entrada a la Banca, confirmando el principio de que Dios hace crecer las flores de los ricos. Tal como están las cosas, la veo anunciando relojes: ¡Orient, agggggg!

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