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Toda Roma festejó el título de Liga con intensidad

Juan Arias

Los sociólogos dicen que ha sido mejor que la Roma haya ganado el Campeonato de Liga italiano una semana antes, porque muchos de los hinchas estaban ya tan tensos que probablemente no hubieran resistido la espera. La capital, el domingo, reprodujo imágenes que eran idénticas a las del Mundial de España. Y en algunos casos con más intensidad, porque se trataba de algo, para los romanistas, más cercano, más personal, más de casa.Baste pensar que los jugadores, ya en el campo del Génova, tras haber sido tragados como por una lava amarilla y roja de un volcán de hinchas, se quedaron medio desnudos. Pantalones y camisetas quedaron convertidos en unos segundos en trozos de reliquias. Y hubo más: Chierico, por ejemplo, se quedó, hasta sin calzoncillos, eran negros, y una muchacha casi en trance se los arrebató. Lo contó él mismo de vuelta en el avión, diciendo con cierta complacencia: "No tengo nada bajo los pantalones".

Vittorio Gassman, borracho de triunfo personal después de sus viajes a España y Francia, ha llegado a decir ayer que el triunfo del Roma tras 41 años de espera es "una de las últimas pruebas de la existencia de Dios". Y Alberto Sordi, el más romano de los romanos, afirmó que, para él, el equipo vencedor es "como un hijo", como "la patria para el emigrante". Pero no sólo los artistas han participado en la fiesta del domingo, considerada sólo como los entremeses del gran banquete festivo del domingo próximo.

En los diarios han intervenido desde el alcalde comunista de Roma, Ugo Vetere, que ha afirmado que "ganó toda la ciudad", hasta el hombre de FIAT y mecenas de la Juventus, Gianni Agnelli, quien ha aprovechado para echar una pulla a los políticos, en campaña electoral, diciendo, que deberían tomar ejemplo de cómo se resuelven y vencen los obstáculos en vez de "desviarlos siempre a córner, como ocurre", dijo, "en otros campos".

En el colmo de la euforia, los hinchas reunidos en la plaza del Popolo, en el centro de Roma, vistieron a todas las estatuas de la plaza y de los jardines del Pincio, de giallorosso, y les colgaron la bandera en las manos: "Les faltaba sólo salir corriendo, gritando: ¡Viva la Roma!" decía la gente. Sobre la plaza, un gran cartel: "El imperio no ha muerto". Y, abajo, los brasileños desplegaban las banderas de su país y bailaban la samba. Esta vez, con Falcao, se sentían también ellos un poco campeones. Y la gente hasta les besaba. A ellos y a las banderas.

En las calles y en las plazas, en medio de una algarabía indescriptible, se oían los gritos que decían: "Canta, Roma guapa, que el futuro es tuyo". Y la fiesta continúa.

La Roma ganó su primer título en 1942, un recuerdo muy lejano. Pero ha sido bajo la batuta del sueco Liedholm, de 61 años, cuando ha podido alzarse con su segundo título, un hombre que como jugador ya estuvo presente en la final del mundial de 1958, uno de los mejores jugadores de los años 50.

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