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Reportaje:ELECCIONES DEL 8 DE MAYOCuatro años de ayuntamientos democráticos / 17

La gestión cultural y la recuperación de las fiestas populares, aportación de los ayuntamientos democráticos

Conviene iniciar este análisis con un somero balance de las realizaciones culturales del Ayuntamiento de Madrid, sólo a modo de ejemplo, para concluir que, en mayor o menor medida y siempre dependiendo de las disponibilidades económicas, se pueden aplicar los mismos criterios a la inmensa mayoría de los municipios, empezando por los más pequeños. La política cultural ha sido (con excepciones como Euskadi, como más tarde se verá) no sólo una de las principales aportaciones de los nuevos ayuntamientos, sino uno de los vehículos decisivos a la hora de acercar aún más la democracia a los ciudadanos. En esto, en el acierto de renunciar a dirigir la cultura, tomo se hacía antes, y en detraer más dinero para este capitulo radica el mérito.Al menos un millón y medio de personas participaron, de un modo u otro, en los últimos festejos madrileños de San Isidro, en un conjunto de más de 200 actos populares. Los domingos de sol, por la mañana, el parque del Retiro es una de las manifestaciones culturales, cívicas y de participación e integración ciudadana más interesantes de Europa.

Decenas de grupos de teatro, títeres, mimo, músicos y poetas se disputan los espacios más concurridos de la Alameda, el Ángel Caído o los palacios de Cristal o de Velázquez, para dar actuaciones continuadas por sólo la voluntad.

El Centro Cultural de la Villa de Madrid es un punto básico de referencia (ofertas teatrales, musicales, cinematográficas, exposiciones); la plaza Mayor concentra cada domingo a miles de aficionados a la filatelia y a la numismática; el teatro Español fue restaurado tras el incendio que le destruyó en parte; se programó un buen calendario de exposiciones del Museo Municipal de Madrid y el apoyo para dotar de, una mejor infraestructura a los museos; se restauraron monumentos y se limpiaron fachadas; se recuperaron festejos como los carnavales, autorizados después de cincuenta y tantos años, o los del Dos de Mayo; se exportaron semanas culturales como la de Moscú en 1981; se puso en marcha un periódico municipal, también llamado Villa de Madrid, y hubo un sinnúmero de exposiciones de pintores y artistas de talla, en fin, para no agobiar excesivamente al lector.

El paro, además, empujó a la calle a decenas de personas que intentaron ganarse la vida con actividades artísticas de todo tipo.

Y así, el paisaje de Madrid no sólo ha permitido descubrir talentos o formas de expresión artísticas antes incluso reprimidas, sino que, entre esto y lo anterior, se consiguió, una auténtica cultura urbana. Y todo ello con un presupuesto pequeño, unos 1.000 millones de pesetas en 1982.

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Pero si el acierto del gobierno municipal de Madrid fue renunciar a dirigir la cultura, a oficializarla (antes bien, la descentralizó hacia los barrios), el mérito principal no residió sólamente en esta democratización de la cultura o en la recuperación de la fiestas y de la calle.

Consecuencia de lo anterior fue el fenómeno integrador y participativo de los ciudadanos. Es bien cierto que muchos ciudadanos empezaron entonces a darse cuenta de que tenían ayuntamiento a través de la cultura.

La excepción de Euskadi

Los mismos parámetros y reflexión es hay que aplicar en Barcelona, ciudad, además, de mayor tradición cultural que Madrid. En la capital catalana la cultura ha sido uno de los auténticos ejes, si no el principal, de la vida local, y la mejor moneda de cambio.

La gestión del ayuntamiento que presidió el ministro Narcís Serra y que ahora encabeza Pasqual Maragall ha ayudado a recuperar la señas de identidad de la ciudad. Ya queda dicho que en mayor o menor medida, según informes remitidos por nuestros corresponsales, todo lo anterior, generalmente dependiendo de las disponibilidades económicas de las corporaciones, podría aplicarse íntegramente a la inmensa mayoría de los municipios españoles.

La excepción más notable es, sin embargo, Euskadi. La política cultural ha sido el talón de Aquiles de la gestión de los ayuntamientos nacionalistas vascos, reflejo a su vez de los pobres resultados culturales que ha ofrecido el Gobierno autónomo presidido por Carlos Garaicoetxea y cuyo consejero de Cultura, Ramón Labayen, opta ahora a la alcaldía de San Sebastián.

La única preocupación ha sido la recuperación del euskera. En la capital de Guipúzcoa la gestión cultural se centró. en la comisión de festejos, en una serie de actos más destinados a los veraneantes de toda la vida y pensando más en el necesario apoyo a la hostelería que en otra cosa.

Quema de libros en Bilbao

El triste episodio de la quema de libros ordenada por el alcalde de Bilbao se lo recordaron hasta en Moscú a Roberto Negro, que participaba en un certamen cinematográfico en la capital soviética. Le presentaron como venido de una ciudad española donde se queman los libros. La crítica habría que suavizarla en el caso de Vitoria, con un alcalde también nacionalista, José Angel Cuerda, de talante más integrador y abierto al diálogo.

Especial importancia ha revestido la política cultural de los ayuntamientos en Andalucía. En ciudades como Granada, de la que hoy se puede decir con propiedad que es la capital cultural andaluza por excelencia, el ayuntamiento ha suplantado a la Universidad. Se hanhecho realizaciones de la importancia del centro cultural Manuel de Falla y se recuerda aún la entrada de Rafael Alberti en Granada. Como en toda España, en Andalucía se ha notado de forma especial la recuperación de los festejos populares, sobre todo los carnavales de Cádiz, que si bien lograron sobrevivir a los largos años de prohibición, no alcanzaron su verdadero apogeo hasta hace dos años.

La bandera de la cultura andaluza

Fue el Partido Socialista de Andalucía (PSA) el primero en levantar la bandera de la cultura en esta región, probablemente por ser el principal espacio de que podía disponer este grupo, incluso después de su sorprendente buen resultado en las elecciones de 1979. En los pactos poselectorales, los andalucistas se reservaron las concejalías de Cultura y el entendimiento con las fuerzas de la izquierda en este campo fue notable.

Notable importancia en el acercamiento de la cultura a los ciudadanos, especialmente en las ciudades del cinturón de Madrid y en Cataluña, ha supuesto la publicación de periódicos y la puesta en marcha de emisoras de radio municipales.

Son muchas, y el espacio escaso, las realizaciones culturales hechas desde los ayuntamientos españoles, con la dificultad ya referida del escaso presupuesto.

Baste citar algunos ejemplos del mencionado buen hacer: la Muestra del Cine Mediterráneo, el premio internacional José Iturbi de Piano o el Premio de las Letras del País Valenciano (ganadas las primeras ediciones por Joan Fuster y Juan Gil Albert); el cincuentenario de la Normas Ortográficas de Castellón; la normalización lingüística del mallorquín y el interés de las autoriades baleares para la igualdad de las distintas lenguas; el Festival Internacional de folk de Valladolid; la Semana de Música Religiosa o el. Festival de Teatro de Avilés, donde funciona ejemplarmente una escuela municipal de música; la universidad popular de Gijón; la Escuela Municipal de Cine de Salamanca, pionera en España; el proyecto de centro gallego de arte contemporáneo del Ayuntamiento de La Coruña; el festival de títeres de Castilla y León; los focos culturales en Plasencia y Mérida, y también en algunas ciudades de las islas Canarias, etcétera.

La enumeración de los logros culturales en la inmensa mayoría de los ayuntamientos es necesariamente extensa. Son el principal argumento, como también queda dicho, de que el poder local está mucho más a ras del suelo que el poder gubernamental. Es uno de los factores que más han terminado de acercar a los españoles a la democracia.

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