Los periodistas, contra los ingleses

Como comprador-lector de EL PAIS, periódico el más próximo a mis ideas y formación, y que, sin lisonja, considero, además, el mejor diario y el de Más alto nivel, me duele ver en él la aparición esporádica de términos insultantes, injuriosos, que descalifican y perjudican, en tales ocasiones, la buena imagen que tenemos de su diario.Por ejemplo, se puede criticar la posición gubernativa inglesa en Gibraltar, pero, por dignidad del periódico (adviértase que no estamos en estado de guerra ni de beligerancia con Inglaterra) tal crítica debería ser expresada tal como se hace en estos casos en Le Monde, Times, Guardian, etc. Es decir, guardando las formas, modales.

Hay un pueblo inglés que no ha desembarcado en Gibraltar. Los pueblos nos debemos respeto recíprocamente. Sabemos, por otra parte, la integración de los británicos con la Corona y sus personas y su sensibilidad con la Monarquía, ya que ésta es, justificadamente, símbolo de la democracia en el Reino Unido.

Pues bien, Maruja Torres, el día 15, escribe con burdas burlas y frases insultantes e injuriosas su artículo de última página, que ya se inicia con el burlón titular Andrés o el peligro (el príncipe aludido es hijo de la reina y regular oficial de un buque, no un enviado representante). El citado artículo, y esto es lo que siento, no desprestigia al Reino Unido, tan burdo es, sino a EL PAIS por su publicación.

Veamos el texto: "El príncipe Andrés ... hecho un brazo de Estrecho ... poniendo a las monas... (a) recurrir... (al) planning familiar..."; "le están costeando la mili más pendona"... (y ello) "recuerda cuando la reina Victoria se sacaba del relajo a la brigada ligera lanzada contra (los Gandhi)". (Recordemos, de paso, que esto no sucedió en la India). Siguen otras vulgaridades y añade: "vestido de Pinkerton de Madame Butterfly...", "y enviarlo para que se desahogue (y sea) riesgo inminente que amenaza a las hijas de toda edad y condición. Ahí es nada, un príncipe suelto... de los que convertían los dormitorios en campos de batalla".

El día 16 Rosa Montero (última página) llama a Thatcher "gallina clueca del Imperio..., señora educa-esclavos..., que ha mandado su flota a pastar en las aguas... (para) que juegue a los barquitos" (nuestros barcos, dicho con respeto, son más modestos).

He leído también adjetivos despectivos a las mujeres inglesas en general...

Ahora bien. Me pregunto, ¿con qué ánimo'saludará ahora el corresponsal de EL PAIS -y aquellos que conocen a ingleses- a sus relaciones británicas? (¿Y, yo mismo, a mis muchos amigos?).

Recordemos -se tiende a olvidar- la ayuda del Ejército inglés en nuestra guerra de la Independencia; el cementerio de soldados ingleses en Monte Urgull; que sus escritores-viajeros son los que nos han visto y tratado con más simpatía...

EL PAIS me recordaba a El Sol..., pero allí no habrían cabido tales incontinencias. Algún tratamiento debe haber -yo lo deseo- aconsejable para que doña Maruja y doña Rosa eliminen su bilis; quizá bastara el estudio del funcionamiento de la democracia en el Reino Unido y sus normas legales contra el libelo.

Sigo comprando EL PAIS estos días, aunque algo melancólicamente. /