Fuerte oposición en el Reino Unido a la venta de la empresa Sotheby's a dos norteamericanos
Dos norteamericanos pretenden comprar Sotheby's, una de las sociedades de subastas de arte más importantes del Reino Unido y del mundo. La operación financiera no merecería 10 líneas en un periódico especializado si no fuera por la horrorizada reacción de la buena sociedad británica, que se ha llevado las manos a la cabeza: ¿Cómo van a comprar Sotheby's dos vaqueros ignorantes, por mucho dinero que tengan, si la sociedad se creó 32 años antes de que George Washington proclamara la independencia de Estados Unidos? ¡Jamás! gritan a coro empleados, críticos y aristócratas.
Sotheby's parece ser, para los británicos, una institución tan suya como el Big Ben o el palacio de Windsor. Algunos de sus empleados, los que están más conmocionados por la noticia, son exquisitos expertos en arte islámico, francés o italiano, que tratan con reyes, duques o jeques con la misma familiaridad que si fueran amigos suyos de la infancia. La oferta norteamericana de mejorar los sueldos ha sido acogida por este sector de empleados con un gesto enfurruñado de a nariz. Para ellos es una evidente demostración del mal gusto de los yanquis: "Casi nadie trabaja aquí por dinero. Muchos de nosotros tenemos nuestros ingresos privados, al margen del empleo", deslizó suavemente un indignado experto.Los empleados normales, optan por callarse. Nadie sabe lo que puede ocurrir, y si todo sigue omo hasta ahora, la deslealtad a los principios de la casa puede costar cara. Sólo el director del departamento de manuscritos orientales, Nabil Saidi, se ha atrevido a protestar: "Nos están tratando como a ovejas".
El problema, a lo que se ve, no es que alguien compre Sotheby's, sino la personalidad de los presuntos nuevos dueños. No son lores ni tan siquiera ricos de toda la vida. Son dos jóvenes y, tal vez, agresivos hombres de negocios norteamericanos, Marshall Cogan, de 45 años, y Stephen Swid, de 42, que presiden dos empresas: la General Felt Industries, de Nueva Jersey, que fabrica alfombras para oficinas, y la Knoll International Holdings, que fabrica muebles de estilo. Ambos tienen ya casi el 14% de las acciones de Sotheby's, pero una cosa es poner algunos dólares y otra muy distinta intentar dirigir el negocio. En Sotheby's se les llama, despectivamente, "los hombres de la alfombra".
La campaña antivaqueros en Sotheby's tiene portavoces importantes: el diario popular Daily Express y dos empleados de la firma: Richard Camber, jefe del departamento de arte, y Graham Llewellym, alto ejecutivo de la misma sociedad. Llewellym acepta que Cogan y Swid son coleccionistas de objetos de arte y miembros de prestigiosos comités artísticos, pero añade: "Ellos saben fabricar muebles de estilo. ¿Qué tiene que ver eso con nosotros?". Camber organizó rápidamente la línea de defensa y preparó una carta, firmada por 130 empleados de Sotheby's, en la que se amenazaba con abandonar colectivamente la empresa si la venta tenía lugar.
El Daily Express ha elegido la vía irónica y deleita a sus lectores con simulacros de subastas a la americana: "Vamos allá. ¿Cuál es el número del lote que tenemos aquí? Miren, es auténticamente un cuadro antiguo, pintado nada menos que por Van Gogh. Aquí está el viejo Van. Era ese tipo que tenía sólo una oreja, pero, ¡chico!, cómo pintaba".
Hasta el serio Financial Times afirma que se trata de "una batalla entre una compañía orgullosa de sus tradiciones y de su reputación, pero con pocos beneficios, y dos poco conocidos norteamericanos que tratan de obtener credenciales culturales".
La defensa de Cogan y Swid ha sido asumida por lord Harlech, un antiguo embajador británico en Washington, que dice estar "indignado" por la campaña de descrédito que se ha lanzado contra dos honestos hombres de negocios.
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