El Barcelona se paseó ante el Inmobanco
Decir que la final de la Copa del Rey la ganaron Epi y cuatro más hubiera sido injusto porque todo el Barcelona pudo ayer lucir su juego y machacar al acomplejado Inmobanco. Serra pidió a sus jugadores un marcador abultado y estos llegaron a poner el 125, aparte de que lucharon por dejar al rival a una distancia superior a los treinta puntos. Pero sobre todo, Serra envió un mensaje tranquilizador a Díaz Miguel, seleccionador nacional: Epi está listo para el europeo de Francia.El alero, además de realizar 30 puntos, anuló a Indio Díaz, la estrella apagada del Inmobanco, rompió en más de cuatro ocasiones el ataque rival, alternó en el marcaje de Morales y hasta intentó dirigir el juego del equipo en alguna ocasión. Epi fue ayer el factor humano que rompió el espectáculo de la final, que sólo duró cinco minutos, el período que tardó el Barcelona en ponerse a 10 puntos de ventaja.
La final duró muy poco, menos de lo esperado, pero es que el Inmobanco salió a la cancha con la certeza de que el Barcelona le era inaccesible y apenas presionó con agresividad en defensa como para incomodar el juego de ataque azulgrana. El complejo de inferioridad se hizo más patente en dos de sus jugadores más experimentados, Vicente Gil y Beltrán, que no confiaban demasiado en sus fuerzas. Luego, la estrella del Inmobanco, Indio Díaz, remató el asunto con una actuación muy penosa.
En cuatro jugadas, los jugadores perdieron tontamente balones que significaron un cómodo contraataque del rival. Demasiada ventaja encima, así que el marcador se puso en un contundente 21-6. A partir de ese momento, la final se convirtió en un espectáculo estratégicamente devaluado, pues ambos equipos se limitaron a un ataque lo más feroz y brillante posible, en el que todo el Barcelona supo lucirse.
La defensa de Epi sobre Indio terminó por desequilibrar lo que ya iba muy desnivelado. Llorente tuvo que salir por el apático Vicente Gil, y el Inmobanco sólo pudo forzar durante escasos minutos que el marcador se mantuviera sobre los 14 puntos de ventaja azulgrana. Por el contrario, Solozábal también telegrafiaba a Díaz Miguel su buen momento de forma y abría con facilidad el sistema defensivo del rival. Para colmo, Starks era dueño y señor del rebote, un factor este en el que se esperaba mayor igualdad. De la Cruz y Sibilio fueron dignos acompañantes e intentaron el aplauso del público.
La final de la Copa del Rey sólo fue un espectáculo para los seguidores azu1granas, que disfrutaron a rabiar con la prepotencia de sus jugadores en la cancha. Pero la desigualdad fue tan manifiesta que provocó actitudes poco deportivas. Si el Barcelona buscaba en la segunda parte una diferencia de 30 puntos, entre canasta y canasta de Epi, los jugadores comenzaron a ir por libre de forma descarada. Lo peor vino cuando, Pinedo se desentendió de la final. No sólo no pidió un solo tiempo muerto en la segunda parte, sino que, en el que solicitó Serra, ni siquiera reunió a sus jugadores. El Barcelona no merecía este desplante porque, honestamente, solamente pretendía brindar el espectáculo en cada jugada.
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