La salud del ciclista
Saronni, al fin, ganó su volata, como denominan los italianos al sprint. Y eso que no lo fue en su sentido más clásico, pues terminó en una larga, aunque no pronunciada, cuesta. Pero fue una etapa más apta a sus condiciones, sólo con una dificultad montañosa y, sobre todo, con el sol que había faltado días anteriores. Lució a su gusto y no al de su bronquitis, uno de los grandes enemigos del ciclista. Aparte de que al campeón del mundo le va más el calor en carretera -como a un tenista las pistas rápidas o lentas, o a un futbolista el terreno seco o mojado- los virus han sido su disculpa para una mala actuación. Y si Hinault ya se ha dado cuenta de que los españoles no le van a dejar pasearse corto de forma como ha venido, menos aún a él con bichitos.La salud en cualquier atleta es fundamental, pero en el ciclismo aún más. Los grandes campeones de la bicicleta no sólo se han distinguido por su calidad intrínseca, fruto de un fisico excepcionalmente dotado, sino por haberlo sabido mantener casi siempre a punto.
Las caldas y los catarros, con los problemas de piel (forúnculos, sobre todo) e intestinales, en segundo plano, son enemigos previos a los rivales humanos. Las primeras, por los traumatismos más o menos graves que producen. Siempre por la atadura de los calapiés, que impiden equilibrarse a tiempo al corredor, pueden ir desde heridas hasta fracturas (de clavícula, en un principio) o conmociones cerebrales. Los segundos, procesos infecciosos bronquiales o respiratorios, complicados por el filo de la navaja del doping -al ser difícil su curación sin productos con efedrinas y similares- son habituales por los cambios de tiempo o por el frío, ante la sudoración del esfuerzo. Un simple descenso de un puerto, sin los periódicos de rigor -en el pecho como protección, puede costar una retirada o muchos minutos.
El ciclismo de elite no perdona.
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