Extraña organización de un campeonato federativo
La Federación Española de Automovilismo, presionada por algunos importadores, creó para esta temporada un nuevo campeonato, reservado a los coches de importación. El argumento negativo del elevado costo de estos vehículos fue desechado por federativos e importadores. La realidad comprobada en el circuito del Jarama, en la primera reunión de la temporada, es que dicho campeonato se ha convertido en una especie de farsa con un coche muy potente y Villota al volante, en reñida lucha contra media docena de utilitarios. Lo único en común entre todos los coches es que son de importación. ViIlota, así, conseguirá su primer título nacional.
El retorno de Emilio de Villota a las competiciones españolas, a sus 37 años de edad, no ha podido ser más desafortunado. El español, que dedicó los últimos años a intentar tomar parte en el Campeonato del Mundo de Fórmula 1, logró éste año un contrato publicitario con una multinacional del automóvil instalada en España.Lejos de formar parte del departamento de competición de la marca, Villota consiguió un acuerdo con el de publicidad, por el que recibía una importante cantidad de dinero a cambio de disputar ese nuevo campeonato de España. Pero el objetivo del departamento de publicidad de la fábrica de automóviles, y quizá el del piloto, se han visto truncados por la realidad de esta pseudocompetición.
Casi todos los pilotos que han sido algo en el automovilismo deportivo español de los últimos años corren esta temporada en la Copa Fura, una competición reservada a coches iguales, baratos de compra y de mantenimiento y con buenos premios en metálico. Aunque, en cierta forma, es una demostración del pobre desarrollo de este deporte en España -se trata, casi, de una fórmula de promoción-, el número, la calidad, la igualdad y la competencia entre los pilotos la han convertido en la actividad más interesante.
Villota podría haber elegido esta competición para su vuelta a las competiciones españolas. Le habría servido para medirse con los demás pilotos españoles, los veteranos, retirados durante los últimos años, y los nuevos, todos ellos en igualdad de condiciones. Pero era una decisión comprometida, por el riesgo deportivo, y, además, sin la importante compensación económico-publicitaria.
De cualquier forma, la Federación no debería denominar campeonato a este tipo de competiciones. Por debajo de un número mínimo de participantes de una misma clase la FEA no debería otorgar un título. El error debe compartirse con algunos importadores, que forzaron la creación del mismo para, después, no aportar nada. Pero ver correr a Villota con un coche potente y de 3.000cc, contra media docena de utilitarios de 1.000cc rebotados de otra competición -entre ellos el del popular ginecólogo doctor Abril y un joven que aún no tiene carné de conducir- resulta negativo para la competición en sí, para la imagen del piloto y para la de la marca que pretendía obtener un rendimiento, si no deportivo, sí publicitario.
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