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Patriotas

Manuel Vicent

Entre el fascismo y el comunismo, la marihuana ha creado un terreno de nadie, un espacio neutral para parlamentar.Los nietos de aquellos anarquistas que arrojaron una bomba contra la procesión de¡ Corpus están ahora recostados al pie de la colina, con ojos de albóndiga, fumando grifa de mala calidad. Los descendientes de unos burgueses que jugaban a la perejila en salones isabelinos hoy humeceden en ácido un terroncillo de azúcar para ver la séptima cara del dado.

Bajo el cielo de Europa, en las viejas barricadas, las botas de los guerreros abandonadas se han convertido en macetas de geranios. Llegan los mandos con arengas de viejas palabras y una botella de cazalla para exaltar el yo de los combatientes. Nadie les hace caso.

Los nuevos combatientes tienen la cabeza llena de humo dulce y en lugar de causas sagradas y enemigos sociales, sólo ven columnas dóricas enracimadas de cabras, que tocan el caramillo con el belfo húmedo y amoratado en dirección al Mediterráneo.

En los tiempos heroicos, los efectos de la marihuana eran suplidos por el anhídrido carbónico. En las grandes concentraciones de masas, se cantaban muchos himnos, se hacían juramentos a coro, se gritaban promesas violentamente. En esa situación siempre se expelía más aire del que se inhalaba, se establecía una falta general de oxígeno. El cuerpo se llenaba de anhídrido carbónico hasta alterar la química cerebral y entonces se veían claras algunas cosas confusas: el Palacio de Invierno, asaltado por coristas de revista, armadas con tenedores; los Campos Elíseos, con yerba hasta la rodilla, donde desfilaba una formación de adolescentes anfibios con polainas y brazaletes:

Pero hoy ya se ha demostrado que el patriotismo sólo es una secreción hepática de la derecha. Cuando la derecha hace buenos negocios, su hígado segrega un patriotismo sereno de ferias de interés turístico, simposios de ginecólogas, suecas que vienen a tentar vaquillas, de ferias monográficas del juguete.

Y si la cosa se tuerce, entonces los grandes patriotas cogen una Isabel la Católica de trapo, la rellenan de billetes y la mandan a Suiza.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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