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Andrés o el peligro

En días como éste es cuando lamento no trabajar para el Hola. Porque ahí es nada que te manden a recibir al príncipe Andrés, apareciéndose hecho lo que propiamente se llama un brazo de Estrecho y poniendo a las normas de Gibraltar en trance de recurrir a la oficina de planning familiar más cercana.Verdaderamente, como decía Mr. Wagons Lits Cook, que de esto sabía cantidad, los ingleses, a la que te descuidas, se montan un tour operator. No contentos con el número de las Malvinas, que se lo hicieron de Vacaciones en el mar con todas las viudas y los huérfanos -había que ver aquello, las viudas bailando con los oficiales el famoso Vals de las Olas mientras los huérfanos jugaban con el sonajero que les acababa de regalar el Ministerio de Defensa, a sonajero por padre tocaron los chicos-, no contentos con eso, le están costeando al príncipe Andrés la mili más pendona que se recuerda desde los tiempos en que la reina Victoria se sacaba del refajo a la Brigada Ligera y la lanzaba contra los papás del Mahatma Gandhi.

Es lo que yo digo, que una cosa es que te salga uri hijo arrasador e intentes neutralizarlo antes de que ponga en peligro los pololos de Margaret Thatcher, y otra es vestirlo de Pinkerton -ver Madame Butterfly- y mandarlo a lo que queda de las colonias para que se desahogue, sembrando la consiguiente alarma y las ansias de desalojo entre los súbditos. Que si este chico llega a nacer antes les hunde el invento de la Commonwealth.

En este sentido, a mí me parece muy bien que el ministro español de Asuntos Exieriores proteste por la presencia de la flota británica, mayormente porque nos van a poner las playas perdidas de posos de té de Ceilán y de restos de tostadas. Pero quien verdaderamente debería protestar es la Asociación de Madres de Familia gibraltareñas, ante el riesgo inminente que amenaza a sus hijas de toda edad y condición. Ahí es nada, un príncipe suelto, un príncipe de los de antes, de aquellos que convertían los dormitorios en campos de batalla y que sólo usan el bromuro como sucedáneo del rapé.

Por lo menos, Lidía Falcón debería decir algo.

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