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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La movilización

Surgen entre el patrón y el sindicato, machihembrados, como queriendo saltarse la Historia. Vienen de todas las provincias, de todas las capitales, son muchos y el mismo, con el sombrero de Magritte, la pipa de Foucault, que no es una pipa, los zapatos de siete leguas y los calcetines vivos de los ejecutivos. Los profesionales. Hay un amarillismo / sindicalismo, no sé dónde, por aquí, que los convoca, los moviliza, les multiplica (a lo mejor son uno solo), les convierte en mimos del sindicalismo real, tradicional. Esta semana, en Madrid, Primer Congreso de la Unión Profesional.Ochocientos representantes, tío. "Estudiarán el presente español y tomarán medidas para una actuación posible". Es el amago, promovido por alguien desde Madrid, de un sindicalismo señorito y contra natura que adquiere espesor, precisamente, cuando el presidente González ha dicho que cierta burguesía empresarial está empeñada / empreñada en que el país no funcione.

Las profesiones liberales parece que integran este mogollón, aunque sospecho que, en su mayoría, son ajenas a él. (Aquí los tres millones de votos prestados, que el pasatismo quiere recuperar.) Pero antes que liberales, esos señores son profesionales, y profesión viene de fe, como hubiera dicho el Autodidacta de Gracián. Si tienen fe en lo que hacen o de su hacer nace una fe, no creo que necesiten uniones parasindicales, amarillas ni dependencias patronales o de opinión pública fabricada en privado. Ni corren ningún peligro las profesiones liberales, donde quizá se hospeda el verdadero liberalismo, ni les va la marioneta de un sindicalismo burgués con corbata

Ahora que vuelve el cine mudo a la tele y el Alphaville, van a quedar algunos, los cabeza de manifestación, entre Charlot y Buster Keaton.

Por algunas redacciones de periódico de las loapas y loapillas ha corrido la consigna del redactor jefe:

-Usted me va a hacer lo de Umbral: vara a todo el mundo y muchas negritas.

La información me llega literal. Pero ni Umbral da vara indiscriminada a todo el mundo (mis entomólogos políticos ya saben de qué voy) ni su virtud no está en las negritas, sino en una como cierta negritud de cartón de Goya, hoy expositor en Madrid, de la que nace todo.

Hay quien ha confundido la Prensa libre con la vara indiscriminada y la democracia psocialista con el revanchismo expropiador.

Pero los auditores han llegado ya al nudo Rumasa / Opus, y es cuando el señor López-Bravo vuelve a ponerse el traje de raya diplomática, que es lo único que le queda de la diplomacia, para afirmar / negar / confirmar cosas y pesetas, mientras Ruiz-Mateos espera / teme / evita que le audite la señora Thatcher en Londres.

Las llamadas profesiones liberales han sido en España una como segunda aristocracia, lo más rampante de la burguesía, una midle / midle-class ilustrada que, al fin y al cabo, es la que lo ha dado todo en este país, de Cajal a Castilla del Pino, entre cómodas de nogal y caoba, y marquetería de boj.

Son la burguesía culta y afrancesa da española que no ha hecho su revolución francesa, o que la ha hecho sigilosamente, cotidianamente, mediante la fe etimológica, ya digo, de su profesión (y no sólo etimológica), y que ha sido liberal sin sacar nunca un pecho de su santa madre, como Marianne, ni liberar al Marqués de Sade ni siquiera al de Luca de Tena, que les fue más propicio.

La conciencia histórica del proletariado es una cosa que en España se quedó, ay, en el cementerio civil, entre Pablo Iglesias, Salmerón y la frase en mármol de Clemenceau.

La burguesía profesional e ilustrada aún no ha hecho aquí su revolución, quizá porque la hace todos los días, libro a libro, verso a verso, y va a ser dificil integrarles, de un lado o de otro, en hiperrealismos expropiados.

Son, como diría Jordi Borja, catedrático catalán, "actores sociales en la construcción de la ciudad". A la chica / telva le ha sucedido la chica / ovoplex, ay.

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