La ciudad de la 'pura lana virgen' paga un alto coste social
ENVIADO ESPECIALBéjar es una ciudad insólita en el oeste de España. Si a alguien que nunca la hubiera visitado le descolgaran de pronto en ella creería encontrarse en una ciudad industrial del norte o del noreste español. Pero está en Salamanca, en tierras de la Lusitania interior, a cuatro kilómetros aguas abajo del río con el más exótico nombre de España: el río Cuerpo de Hombre, que procede de Candelario, el pueblo donde asentó sus reales Viriato, el pastor lusitano que trajo en jaque a los romanos.
Dentro de la nada industrial circundante, Béjar sigue siendo en nuestros días un caso exótico en las provincias limítrofes con la raya de Portugal, donde la industria brilla por su ausencia.
Del 'boom' a la crisis
Hace trece años exactamente, el actual secretario de la agrupación de fabricantes, Cristino Bueno Aguado, decía: "El problema de Béjar es de monocultivo, de monoindustria -sólo hay industria textil lanera- Por eso nuestro empeño, ante épocas inevitables de recesión, es diversificar en lo posible la industria para evitar baches". Nos refería que se intentaban crear industrias de confección y expresaba su preocupación por la mano de obra, sumamente especializada, que requería tal industria. Hoy, de acuerdo a las declaraciones del presidente, Manuel Rodríguez Arias, y del secretario Bueno Aguado, el tema ha cambiado bastante.En 1969 existían 58 empresas textiles y 38 artesanales (los drapaires), que manufacturaban como empresas auxiliares por cuenta ajena. Lo que daba lugar a 96 empresas, con cerca de 3.500 trabajadores. En la actualidad, en el textil sólo trabajan unos 3.000 trabajadores, cerca del 60% de la población activa de Béjar (cuya población total es de 18.000 personas).
El desempleo en 1969 era de 383 trabajadores, de los que 280 provenían de la industria textil. Hoy existen 2.000 parados, de los que 1.600 son de la industria textil. En resumen, que en la actualidad existe en Béjar un 38% de parados, lo que da uno de los índices más altos de toda España o acaso el mayor, según datos facilitados por el vicepresidente de la Agrupación de Fabricantes de Lana, Ramón Gómez Rodulfo.
Tampoco estas cifras son estables, puesto que de las fábricas existentes, unas trabajan todo el año, mientras otras lo hacen si tienen pedidos concretos o pedidos de temporada, por lo que el índice de paro baja o sube según épocas y circunstancias concretas. Por ejemplo, desde siempre se fabrican en Béjar los uniformes militares para los soldados del Ejército de Tierra o los números de la Guardia Civil. Cuando hay uno de esos pedidos masivos, el paro baja. En el momento de visitar Béjar no existía esa demanda.
El anterior número referido de empresas ha descendido notablemente: de las 58 industrias y 38 auxiliares (los drapaires, término también derivado del portugués) han desaparecido una larga serie de las mismas, tanto de industrias como de drapaires o artesanos, lo que ha abocado al desempleo actual. No obstante, empresarios de la categoría de Izard (que posee en Béjar tres industrias, entre ellas una de las más modernas de Europa) señalaba con orgullo y sin rubor que, dada su alta modernidad, el próximo año podrían prescindir de un mayor número de obreros, puesto que este tipo de industria textil, al lograr una alta y moderna tecnología, permitía prescindir drásticamente de mano de obra, única manera, según él, de supervivir.
Esa misma modernidad era significada en la agrupación de fabricantes: "Han desaparecido una serie de empresas, pero ello no ha equivalido a que hayamos perdido importancia en el total nacional, sino al contrario: mientras en 1970 sólo producíamos el 10% del total nacional, en la actualidad es posible que representemos el 12%".
"No nos consideramos", nos dirían las mismas fuentes, "los parientes pobres del textil español, ni mucho menos, ya que nuestras industrias actuales superan el tamaño medio de las nacionales". "Es más", nos señalaría su presidente, "mientras en el total de España -especialmente en Cataluña y País Vasco- se han visto cerrar el 40% o 50% de sus industrias textiles, aquí tan sólo han cerrado el 20% aproximadamente". "Por otra parte", continuaría, "mientras en Cataluña y el País Vasco se ha recurrido a la economía subterránea o sumergida, aquí no podemos escapar a un control estricto, dada la pequeñez de nuestra ciudad".
"En cambio", nos diría Bueno Aguado, "se ha sustituido en la mayoría de las industrias supervivientes -y acaso por ello- el clásico telar mecánico por la máquina de tejer. Por supuesto, esto ha significado una reducción en el número de empresas y de trabajadores; pero sin esa reconversión llevada a cabo por gran cantidad de empresas hoy esta sería una ciudad muerta, porque si siguiéramos con los métodos tradicionales nadie hubiera podido sobrevivir".
Hasta los que denominamos drapaires (es decir, las pequeñas empresas que trabajan para las grandes en épocas de pedidos fuertes) tampoco subsistirían.
La otra cara
La otra cara de la moneda la presentan, claro es, los parados forzosos. Un pueblo de 18.000 habitantes no puede soportar a más de 2,000 parados de su población activa (lo que afecta a unas 6.000 u 8.000 personas). La modernización efectuada lo ha sido a costa de los obreros, y éstos se excitan y prolongan sus lamentaciones. Béjar, por su ubicación geográfica y su microclima, extremo en todo, es escasamente apta para la ganadería o la agricultura. Aquí siempre se ha vivido de la industria textil desde las épocas más remotas.No se ha logrado lo que ya en 1969 diría el secretario de la agrupación de fabricantes, Bueno Aguado, cuando entonces manifestaba: "A la gente no es posible ponerla y quitarla a capricho. Nos movemos en el terreno humano antes que nada. Por ello intentamos la creación de nuevas industrias -de transformación- para colocar en ellas a la mano de obra que hoy puede considerarse marginal en la industria textil. Es una mano de obra sumamente especializada, y por ello creemos que la creación de industrias transformadoras cuenta con uno de los elementos más importantes para su puesta en marcha".
En Béjar, quizá mejor que en otra parte, se presenta la contradicción entre seguir manteniendo una industria propia, pero reconvertida, y que esa reconversión no implique pérdida de puestos de trabajo. Es algo más que un reto.
Béjar, la industria-textil-lanera bejarana, quiere hoy recobrar sus ancestros, es decir, volver a ser la industria lanera más importante; por tanto, una industria de suma calidad y cara, sin renunciar por ello a que otra clase de industria se reconvierta y superviva aun teniendo al poliéster como protagonista de sus tejidos. Pero la etiqueta de pura lana virgen -que debe homologar el Secretariado General de la Lana- pretende ser el made in Béjar. "Llegará un día -está llegando ya- en que", según el presidente lanero bejarano, "pedir pura lana virgen equivalga a pedir un vino de reserva francés o algo por el estilo". La pura lana virgen será cada día más cara y un artículo de superlujo.
Luis Isard Gonsalvez (claros antecedentes portugueses de cuando Béjar y Candelario eran Lusitania), presidente del Consejo de Administración de Textil Izard, Lithesa e Intertisa, señala el gran daño que la industria bejarana está padeciendo por la competencia desleal de la Empresa Nacional Hytasa (agrupación textil del proceso algodonero), del INI, contra la que han interpuesto diversos contencioso-administrativos ante el Tribunal Supremo. Hytasa radica en Sevilla, y los bejaranos no hacen sino acusarla de actuar dentro del mercado español con precios dumping perjudicando a la empresa privada del sector, algo que todos consideran inadmisible.
Los buenos deseos de 1970 del secretario general de la Lana de Béjar han tropezado con múltiples inconvenientes. Béjar sigue siendo un centro textil-lanero, y, en verdad, con sólo una fábrica de confección (Yuste, donde, por cierto, uno de sus propietarios no aceptaba que sacáramos fotografías porque "distraíamos a los trabajadores" y romperíamos, de esta forma, la cadena y producción del trabajo). No ha habido, por tanto, diversificación industrial y todo ha quedado en una reconversión que, aunque bien efectuada por el lado económico y empresarial, ha supuesto un altísimo coste social al dejar en el paro a la mayoría de los trabajadores del textil, único monocultivo industrial de la zona.
Tradición industrial
El inicio de la actividad textil lanera en Béjar se inicia en el siglo XIII. Posiblemente fue la pobreza del terreno la que espoleó a sus habitantes al cultivo del artesanado, orientándose así hacia la manufactura de la lana, sacando el máximo provecho de la finura de la fibra de sus ovejas y obteniendo a la vez el mayor provecho de las aguas del río Cuerpo de Hombre, cuyo caudal resultaba, y resulta, poco aprovechable para la agricultura.Luego, la protección de los duques y las pragmáticas reales, que, como la de los Reyes Católicos, limitaban la producción de paños finos a algunas ciudades -una de ellas, Béjar-, serían los motores impulsores de una fuerte industrialización artesana que se especializaría en los paños de mucha percha y batán, conocidos en todo el mundo como paños de Béjar. Ricos paños estos que, tintados con los más vistosos colores aprovechando la pureza de las aguas, hacian la competencia al paño mayor de Londres y a otros géneros no menos estimados. Las mejores capas del mundo se confeccionaban con paños bejaranos.
Más tarde, cuando el uso de la capa decayó, el artesano de Béjar tiene que recurrir y buscar nuevos clientes. Y aquí surge la guerra civil española. La industria de Béjar será la encargada de suministrar el paño para las tropas del sublevado general Franco. Desde entonces no ha dejado nunca de ser suministradora del vestuario del Ejército de Tierra y Guardia Civil de España. Es a partir de 1970 cuando la industria bejarana sale de los límites cálidos, pero estrechos, del artesanado y se lanza a la conquista de nuevos mercados civiles.
Comienzan a surgir entonces las hilaturas de estambre y se pasa con ellas a los paños de carda fuertemente batanados, a la pañería fina de los tejidos de novedad. Después, Béjar sabrá adaptarse a los nuevos tiempos y utilizará toda clase de fibras sintéticas y artificiales, especializándose en las fibras de poliéster.
Cuando las trágicas inundaciones del Vallés (años sesenta), en Cataluña se dijo y proclamó que se había montado un puente aéreo especial y específico entre Barcelona y Londres al objeto de llevar hasta el Reino Unido los tejidos, catalanes para recibir allí el apresto final, ya que las inundaciones habían dejado inservibles las fábricas de apresto catalanas. La verdad es que se desplazaron a Londres contadísimos aviones en un principio y que, luego, toda la prolucción catalana recibió su apresto y acabado en Béjar. El puente aéreo se convirtió en una inacabable caravana,de camiones que hacían ininterrumpidamente el camino Cataluña-Béjar-Cataluña.
Béjar ha sabido responder al reto de su reconversión industrial, pero, en contrapartida, ha estado y está ayuna de responder al reto industrial de su diversificación y, por consiguiente, su modernización ha abocado a un paro masivo.
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