Un cierto sentido ser la realidad
Los domingos, dos series que proceden de dos películas norteamericanas importantes: M.A.S.H. y Fama. Están levemente degradadas, inteligentemente aguadas. Sobre todo M.A.S.H. Era una película lenguaraz, crítica, dura y ion un toque sexual: se vuelve farsa, se adecenta. Estaba hecha sobre una actualidad repudiada: la intervención de Estados Unidos en una guerra lejana; era un arma de combate. Queda, sin embargo, una virtud de Estados Unidos: la introspección, el análisis de sus comportamientos, la falta de respeto incluso para profesiones sacralizadas: los médicos, los militares, las enfermeras. Y la guerra. En esta reducción a lo divertido hay una concesión al medio, a la supuesta masa: se busca el número. Eso implica una forma de censura. La serie Lou Grant hacía una determinada crítica de la Prensa desde dentro mismo de ella (el periodismo como forma de conciencia de la sociedad, como reflexión, como ética), pero, sobre todo, era un análisis muy visible de los defectos de una civilización y de unos comportamientos comunes: terminó mal. La casa patrocinadora retiró su publicidad y la serie tuvo que acabar. Pero esa casa patrocinadora, a su vez, estaba presionada.Fama -película- era, aparte de una demostración coreográfica de primer orden, una crítica a los sistemas educativos en medios pobres, en barrios de parias. Aún queda algo de ello: en el capítulo del domingo pasado había una huelga de profesores por la falta de créditos, de medios. Pero se ha introducido en esta serie el elemento de la simpatía: se ha reforzado.
Y el de la recompensa que puede estar en el triunfo. Ha recuperado otra vez el sueño perdido, el lema de vendedor de periódicos a millonario; aun en los barrios más destruidos, en las razas menos privilegiadas, existe la posibilidad de llegar a la fama. Tenuemente se sustituye el valor arte por el valor triunfo. Quedan dos factores para la admiración: uno, la capacidad de multirracismo (aun dentro de las animadversiones latentes), la absorción de los orígenes: italianos, judíos, negros o polacos colaboran, trabajan juntos. La otra, la realidad de la enseñanza práctica de las profesiones artísticas. Más allá de discusiones teóricas, de sistemas o de doctrinas, los jóvenes artistas practican no sólo aquello para lo que sienten vocación definida, sino lo de sus compañeros: el bailarín negro que llega prácticamente analfabeto es capaz de, interpretar Otelo, la violonchelista baila, el actor canta. Bailar, eso sí, bailan todos, porque la serie es primordialmente un espectáculo. Pero a este país de teóricos y de críticos le viene bien esta lección semanal de cómo se hace comprender que cada individualidad se forma primero en la colectividad y cada especialidad en la generalidad: y de cómo la práctica, el esfuerzo diario, pueden forjar a los profesionales.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.