Tiranía numeral
Las siglas, al fin y al cabo, se escribían con las mayúsculas del alfabeto y generalmente acababan produciendo palabras. Más o menos horribles, aunque de fácil memoria: OTAN, FACA, LOAPA, LAU, CEE y demás asuntos pendientes. Pero ya no es el siglo de las siglas, sino la era de las cifras, la tiranía numeral, el imperio de los guarismos líquidos de cuarzo y verde. Andamos los nietos de los hijos de la ira con las siglas bastante bien asumidas de tanto traficar con ellas en la adolescencia. Chocamos, en cambio, con las cifras de la actualidad, nos extraviamos diariamente en esas mareantes selvas de números cardinales que encarcelan nuestra identidad alfabética, somos incapaces de recordar nuestros propios guarismos.Ya no preguntan cómo te llamas, qué haces o de qué vas. No piden que te nombres, sino que te enumeres. Nos exigen, para existir, esas cifras abultadas que van desde el documento de identidad a las tarjetas de crédito, pasando por la cuenta corriente y la cartilla de la Seguridad Social.
También el acontecimiento ha dejado de escribirse con palabras. Para estar al tanto de la actualidad hay que retener las grandes cifras de los presupuestos generales del Estado, los índices de paro, la tasa de inflación, los números rojos del INI, las fluctuaciones del PIB, las cotizaciones del dólar, las oscilaciones de la renta per cápita, los precios del crudo, las tablas input/output o las infinitas estadísticas.
Es posible que todo se pueda cuantificar, numerar, enumerar. Pero es imposible memorizar tanto guarismo. No hay cerebro humano capaz de registrar esos ínnumerables números que somos y que, en última instancia, nos remiten a más números. En el siglo de las siglas salías de casa con un par de ellas bien puestas -la sigla ideológica y la cultural- y te arreglabas bastante bien hasta la hora de cenar. Ahora es sumamente arriesgado asomarse al exterior si no llevas todas tus cifras de identidad encima y puestas al día.
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