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Occidente

Rosa Montero

La vieja geografía ya no sirve: el Occidente ha dejado de medirse centímetro a centímetro a la izquierda de los mapas azules y naranja de la infancia. La topografía ha muerto y ahora quien dibuja el mundo es la Estrategia. Y qué Occidente tan desmesurado ha dibujado, hinchado de mayúsculas y de énfasis, con un bodoque de miedo por fronteras. Occidente es el Todo, la Bella contra la Bestia, el Orden contra el Caos. Occidente es una unidad de destino atómico en lo universal.Los socialistas se llenan los bolsillos de Occidente y trompetean nuestra vocación occidental. Pobres míos: bien sé que el nuevo Occidente no perdona, y puede que, precisamente por ser ellos de izquierdas, los Estrategas Dibujantes les estén obligando a gritar más alto su fidelidad filial al padre Oeste. Pero aun así diría yo que el. PSOE se excede en su entusiasmo. A mi alrededor sólo escucho ataques a la Rusia imperialista, Rusia feroz y repugnante. Yo no dudo un ápice, o sea, nada, que los rusos sean todo lo perversos que se dice, malvadísimos tipejos deleznables. Pero echo de menos semejante actitud crítica respecto a este Occidente que nos ata y que a veces nos mata, como en esa sangrienta trastienda en Centroamérica. Seamos lógicos: si pertenecemos a Occidente, ¿no deberíamos vigilar más la canallada propia que la ajena? Que los rusos son malos ya se sabe: concentrémonos en lo que somos responsables.

Es obvio que la neutralidad total no existe. Pero existen neutralidades a cachitos, como la de Finlandia, o Suecia, o Suiza, país éste poco sospechoso de afinidades bolcheviques. Aquí, sin embargo, la sola mención de esta neutralidad parcial se entiende como un ataque vergonzoso al Padre Amado, a la Bélica Paz Universal, a Reagan y a las hamburguesas de McDonald (que son como pequeños misiles digestivos). Que somos occidentales está claro: lo que no está tan claro es que seamos Occidente. Yo no pretendo trasplantar la Península Ibérica al desierto de Gobi o al Pacífico. Yo lo único que quiero es ser occidental a secas, ocupar mi viejo rincón en el Oeste. Quiero seguir siendo ese Finisterre de las antiguas geografías, desde el que se puede contemplar plácidamente cómo se oculta el sol entre los mares.

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