La película 'La larga agonía de Ios peces' ilustra el tema de los cantautores, en 'La clave'

En 1970, el director barcelonés Francisco Rovira Beleta no se encontraba precisamente en el mejor momento de su carrera. De hecho, no ha rodado más que otros dos largometrajes desde entonces, al margen de algunos programas para televisión. Tras de sí, Rovira Beleta tiene, sin embargo, una larga e interesante obra, pero esa virtud suele transformarse en impedimento cuando los productores tradicionales de nuestro cine se empeñan en buscar productos fáciles y de éxito; el buen hacer profesional del cine de antaño no coincide con la rapidez de los productos de consumo de ahora.Joan Manuel Serrat, por su parte, vivía en los años setenta el auge de su carrera. Nunca como entonces tuvieron sus canciones tan diversas lecturas y nunca fue, por lo tanto, tan aceptado por públicos diversos. De un lado, Serrat significaba la oposición política; de otro, el tipo de joven desvalido que busca amores. Una película que contara con él parecía rentable si aunaba ambas vertientes. La larga agonía de los peces no tuvo, sin embargo, el éxito esperado. Quizá la figura de un Serrat monocorde que cumplía las reglas del juego sin el entusiasmo exigible, o quizá el desconocimiento que mostraba Rovira Beleta sobre la vida de la juventud del momento, condicionaron el error, pero lo cierto es que la película no cuajó en sus expectativas comerciales.

Un pescador se enamora pasionalmente de una joven extranjera que sólo le corresponde por afán de aventura. La desolación del muchacho al verse abandonado por ella, le conduce a Londres, donde conoce el mundo de los músicos principiantes y hasta se adentra en ingenuos problemas políticos; de regreso al hogar, se, siente más feliz. Como se ve, un esquema simple que no respondía a las exigentes demandas estéticas que gran parte del público había cimentado dos años antes, y aún mantenía en el recuerdo de los movimientos políticos del mayo francés. Tampoco la película que con anterioridad había interpretado Serrat a las órdenes de Antoni Ribas, Tren de madrugada, conocida primero como Medias y calcetines, tuvo mejor fortuna ni más aciertos.

El caso de Rovira Beleta no es inusual en el Cine español. A una obra ambiciosa, le sucede un largo paréntesis de silencio que en otros casos ha llegado a ser definitivo. Autor de bien intencionadas obras sociales de los años cincuenta -Luna de sangre, Hay un camino a la derecha...-, fue elogiado por la crítica cuando realizó dos de sus mejores títulos, Expreso de Andalucía (1956) y Los atracadores (1961) en la que valientemente se incluía una insólita secuencia sobre el garrote vil; más tarde fue seleccionado en dos ocasiones para el oscar de Hollywood a la mejor película extranjera: en 1963, por Los tarantos y en 1967, por El amor brujo. Aunque en ninguno de los casos se obtuvo el premio, hubiera bastado la mención para animar a los productores que, sin embargo, fueron relegando al olvido a tan curioso autor. En la película de hoy se percibe su cansancio.

La larga agonía de los peces se emite hoy a las 20.00 por la segunda cadena.