La International Management Corporation, un imperio deportivo de elite
Una asociación estadounidense, la International Management Corporation, se ha convertido en la empresa monopolizadora de los deportitas de elite. Contratar a Coe o Salazar, a Borg o Wilander, a golfistas o pilotos de fórmula 1 no es posible sin pasar antes por las oficinas de la INIC. Sus asesores programan la temporada de cada deportista, sin interferir nunca las competiciones oficiales; les cobran el 10% de los premios que ganen y el 25% de los contratos publicitarios que les consigan, fabulosos en algunos casos, como el que firmó Salazar con Nike por cien millones de pesetas en tres años. La INIC ha puesto ahora sus ojos en Abascal y Ballesteros para aumentar la nómina deportiva de su equipo.
Hace veinte años la Internacional Management Corporation comenzó a montar las bases de su imperio deportivo absorbiendo a los mejores jugadores de golf del momento. Cuando otros deportes, casos del tenis y la Fórmula 1, también se convirtieron en espectáculos millonarios en público fuera de las competiciones organizadas por sus respectivas federaciones, la IMC comenzó a contratar a sus mejores especialistas. La explosión del atletismo a través de sus grandes reuniones internacionales, donde se persigue básicamente el récord, no pasó desapercibida a esta asociación. Las quince oficinas que tiene repartidas por todo el mundo se movilizaron, de inmediato, para monopolizar la contratación de los mejores atletas en cualquier competición no oficial.El éxito de la IMC se debe al derroche de imaginación de sus técnicos. Concibieron el deporte como espectáculo y no sintieron el menor temor en contradecir las normativas federativas, ajustadas bajo un estricto espíritu deportivo de competición. Las amenazas de descalificación a los deportistas no valieron para frenar este fenómeno de deporte-espectáculo. Sacaron la milla a la Quinta Avenida de Nueva York, lo hicieron el pasado sábado por Copacabana en Río de Janeiro y lo volverán a hacer el 23 de abril por los Campos
Elíseos de París. Y tienen el proyecto de hacer, también el próximo mes, en Nueva Zelanda tres millas en playa en una calle cuesta abajo y en un hipódromo con un premio de 5.000 dólares para el que sume los mejores tiempos.
Aportación española
Actualmente organizar una buena milla o un gran maratón sin pasar por la International Management Corporation es prácticamente imposible. Tiene a Coe, Wessinghage, Coughlan, Walker, Boit, Walker, Salazar, De Castella, Dixon, Allison Roe, e incluso a Lewis porque él, por sí solo, es un espectáculo en su lucha por batir el récord, de Beamon. Esta asociación quiere ahora a Scott y Flynn y no descarta a Abascal, con quien quedaron encantados de su gira por Estados Unidos. También se interesa por José Luis González, aun que se mantiene a la expectativa de ver como se recupera. El interés por los mediofondistas españoles quedó patente cuando pidieron a José María Odriozola, acompañante oficial de Abascal en su gira que volviese el próximo año, pero con mayor número de atletas.Cuando los organizadores de una prueba desean contar con algunas de las figuras que tiene la IMC, el primer paso de esta asociación es interesarse por el presupuesto que tienen. Por 30.000 dólares son capaces de poner en cualquier punto del mundo a sus mejores especialistas de la milla. Si no se puede llegar a esa cantidad, el número de figuras disponibles se va reduciendo. Los atletas se llevan el 90% de la cantidad que cobren -sumados el fijo de salida y el premio por clasificación- y el resto va a las arcas de la IMC.
La principal prestación que concede la IMC a los atletas, al margen de proporcionales el mayor número de carreras posible, es la posibilidad de que hagan contratos publicitarios fabulosos, a cambio de un 25%.
La IMC, por ejemplo, proporcionó a Alberto Salazar firmar un contrato con Nike para que vistiera sus prendas durante tres años por 750.000 dólares y el que por lucir una pegatina en la maratón de Nueva York percibiera 10.000 dólares. Además, la IMC trata de buscar una solución al trabajo de sus atletas y así logró dispensar a Coughlan de su asistencia diaria a la oficina irlandesa de turismo en Nueva York a cambio de que luciera en su camiseta "Visite Irlanda".
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