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Reportaje:Viajar / SEMANA SANTA

Los ritos de la Pasión

Más allá de lo religioso, estos ritos son el desgarro convertido en espectáculo

Ritos de duelo y muerte preparados con una minuciosidad que subraya su carácter ceredionial y le añade dramatismo; estruendo de bombos que hacen sangrar los nudillos y manchar irremediablemente los tambores entre los que se paseaba siempre Bufluel; pasión sobre pasión en las representaciones de Esparreguera o Ulldecona; la Semana Santa en nuestro país adquiere unos tintes de tragedia, tocada a veces por el tópico.Un rápido recorrido por nuestra Semana Santa incluiría obligatoriamente las grandes procesiones de Sevilla, sin duda, y con todo mérito, la más conocida, Valladolid o Zamora. La gente y los pasos son los protagonistas. Pero habrá que buscar entre lo más insólito, lo menos conocido. Como ese Descendimiento que tiene lúgar en Herrera de Alcántara (Cáceres) en el iníerior de la iglesia. O la impresionante ceremonia que, se celebra en Bercianos de Aliste (Zamora) con la subida -cofrades vestidos de blanquísimo sudario en un paisaje abierto- al Calvado.

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Dentro de los ritos más tremendistas se encuentran los que tienen lugar en San Vicente de la Sonsierra (la Rioja), con una tradición de siglos, convertida hoy en un verdadero, y escalofriante espectáculo que atrae a gentes de toda la zona. Año tras año, los picaos, hombres que esconden su identidad bajo un capuchón blanco, se flagelan la espalda con ásperas madejas de lana, hasta convertirla en una inmensa ampolla de sangre. Más mortificación, en Valmaseda (Vizcaya), donde.las calles se convierten en el escenario de un via crucis a lo vivo, en el que el cristo lleva a hombros una cruz de 54 kilos y recibe silenciosamente latigazos. En pocos años muy conocida, la Semana Santa de Valverde de la, Vera sigue manteniendo su carácter penitencial: los empalaos, en medio de una multitud de espectadores, hacen el camino al Calvario atados sus brazos, en cruz, a, un madero por médio de una soga de esparto; los pies descal.zos, el rostro cubierto por un velo, dos espadas cruzadas sobre sus hombros, de sus manos cuelgan tres víllortas a modo de campanas que anuncian su propia presencia.

Una locura de bombos y tainbores rompe a las doce en punto de la noche del-Jueves Santo, mvadiendo Con su sonido pesado, ensordecedor, repetido, el Bajo Aragón. Híjar, Andorra, Calanda, Alcañiz, las de más tradición, y también Alcorisa, Samper de Calanda, la Puebla de Híjar, son puro redoble que no cesa, pesadilla insistente, uno de los espectáculos más hermosos, más excesivos.

Para las representaciones de la Pasión no hay duda: Cataluña. Las más famosas son de Olesa de Montserrat -este año, desgraciadamente, suspendidá-, Esparreguera, Cervera o Sant Viceng dels Horts; pero hay más: casi todas se representan el Viernes Santo, pero en la mayoría de los casos se pueden presenciar también los domingos anteriores a la Semana Santa. Dentro también del espectáculo pasional se podrían incluir las procesiones de Lorca (Murcia) y Puente Genil (Córdoba). En la primera participa hasta el mismísimo Nabucodonosor y la reina Cleopatra. En la segunda, todos los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento.

El duelo acaba el Domingo de Resurrección. Ese día tiene lugar en Peilafiel (Valladolid) una cunosa fiesta, la del Angel.

Lo que se ha dicho aquí no es más que una mínima selección de lugares posibles; una relación. necesaria y prácticamente completa se encuentra en la Gida de fiestas populares, de María Angeles Sánchez (Editorial Tania, Madrid, 1982), lo dice todo.

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