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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sugerencia y nombramientos en TVE

LA PROPUESTA definitiva elevada (o descendida) por Ramón Jáuregui, delegado del Gobierno en el País Vasco, al director general de RTVE, para cubrir los puestos de director y jefe de informativos de Televisión en Euskadi es otra manifestación del desparpajo y la falta de respeto a los ciudadanos con que los responsables de la política informativa del Gobierno contemplan el Estatuto de la Radio y la Televisión. Este ya era papel mojado gracias a las vulneraciones a las que le sometió UCD, y que tan acremente denunciara Alfonso Guerra, pero ahora ha caído en el más deshonroso de los olvidos debido a la actitud que los hombres del propio Guerra adoptan, para sonrojo del otrora mordaz vicepresidente.. La intromisión de un alto cargo público en la supuesta autonomía de RTVE no ha elegido esta vez canales secretos, sino que fue trasmitida por télex desde Vitoria a la redacción de informativos de Prado del Rey (véase EL PAIS de 9 de marzo). Podemos suponer que Jáuregui, un hombre de prestigio entre los socialistas vascos, se limitó a responder a la incitación de alguien para que fuera él quien nombrara a los responsables del monopolio estatal en Euskadi. Sabemos ahora de la propuesta definitiva, por la que el propio Jáuregui ha formulado justificaciones. De añadidura, el texto del telegrama muestra la imbricación a la mexicana entre el aparato del Estado y el partido socialista, dado que Jáuregui detalla que formula su propuesta "después de haber mantenido diversas conversaciones con el PSE (Partido Socialista de Euskadi) y con los propios afectados por nombramientos".Con ocasión de los embustes y contradicciones con que Calviño trató de justificar la suspensión del programa de La Clave dedicado a los ayuntamientos de izquierda, sectores de la opinión pública confiaron en que el Gobierno hiciera honor a sus compromisos electorales de cesar de manera fulminante a los altos cargos cuyos comportamientos socavaran la credibilidad del programa del cambio. No fue así, y ya nadie espera mejores obras de Calviño que de Rafael Ansón en la cosa televisiva. De sobra saben los españoles por eso que lo de Jáuregui no es una equivocación, sino una práctica. ya casi habitual, en la que confluyen de manera alarmante la adulación al poder -es decir, la corrupción- con la incompetencia profesional.

Dicen los mentideros que el Gobierno de Felipe González considera atentatorio contra la dignidad del Estado y la fortaleza del Ejecutivo la adopción de medidas políticas que hayan sido anunciadas, sugeridas o reclamadas por los medios de comunicación. No lo creemos en un gabinete y en un partido que se han distinguido tradicionalmente por su defensa de las libertades y su vocación democrática. Pero de confirmarse tan ingenua prepotencia, además de transparentar la madurez de quienes tienden a segregar el poder político del resto de la sociedad, puede tener perjudiciales consecuencias no sólo para el funcionamiento del Estado, sino para la credibilidad de los propios socialistas. Cuando el bufo asunto de la suspensión de La Clave, el Gobierno, aferrado a la doctrina tradicional de sostenerla y no enmendarla, pasó la esponja sobre aquel bochorno. Ahora, la propuesta definitiva de quienes se tomaron al pie de la letra las promesas electorales de Felipe González y las denuncias del PSOE contra Rafael Ansón, Fernando Arias Salgado, Carlos Robles Piquer y Eugenio Nasarre, es que, además de perdonar a Jáuregui, el Gobierno nos perdona a los españoles. Y que no se empeñe el señor Calviño en demostrarnos a diario que hoy es aquí más verdad que nunca eso de la Televisión como caja idiota.

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