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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones en Francia

LAS ELECCIONES municipales francesas, cuya primera vuelta se celebra el domingo, están influidas por la estructura administrativa del vecino país: 36.400 mairies (ayuntamientos), es decir, cuatro veces más que en España; más de la mitad del electorado vota en municipios de menos de quinientos habitantes, en los cuales los factores personales (y en muchos casos candidaturas no directamente ligadas a los principales partidos) tienen un peso considerable. Por eso se suele medir el significado político de estas elecciones por lo que ocurre en las grandes ciudades, sobre todo en las 250 de más de 30.000 habitantes. En 1977, la izquierda ganó en 153 ciudades, logrando un avance serio con respecto a 1971. Ahora, el objetivo de la derecha es arrebatar a la izquierda la mayoría en unas sesenta ciudades. El principal interrogante es, pues, el número de ciudades en las que se produzca un cambio de mayoría, y, claro está, el sentido de los cambios.Por su naturaleza, estas elecciones tienen un contenido local: se trata de elegir a quienes vayan a administrar las ciudades y las aldeas. Pero no pueden escapar al momento en el que tienen lugar: a los veintidós meses de la toma del poder de un Gobierno socialista que además se ha comprometido, con el estilo algo gaullista de Mitterrand, a realizar cambios de estructura de alcance histórico. ¿Qué opinan los franceses de los veintidós meses de gobierno socialista? Lo van a decir en las papeletas que depositen en las urnas, aunque sea con el lenguaje indirecto del voto a unos u otros concejales.

Por ello, las elecciones francesas del 6 y el 13 de marzo se han politizado aún más de lo que suele ocurrir en comicios de ese género. Ello ha configurado ciertos rasgos de una durísima batalla electoral que está ahora en su última recta. A pesar de que el sistema de las dos vueltas permite una gran variedad de candidaturas, ha habido una clara tendencia a la polarización, al choque frontal de izquierda contra derecha y viceversa. El partido socialista y el partido comunista han elaborado un acuerdo a nivel nacional para presentar una candidatura conjunta desde la primera vuelta, aunque en varias ciudades han surgido dificultades en su aplicación. El proceso de anulación política del PCF, aunque algunos de sus miembros desempeñen funciones administrativas importantes en varios ministerios, se ha acentuado; está apoyando las opciones de Mitterrand incluso sobre temas como los euromisiles, que contradicen directamente las resoluciones de los congresos comunistas.

Por su parte, la derecha intentó, en la primera fase de la campaña electoral, forzar la politización al máximo: anunció que su victoria en las municipales obligaría a Mitterrand a disolver la Asamblea Nacional, y se lanzó a especular sobre si podría o no seguir de presidente si la nueva hipotética Asamblea tenía una mayoría de derechas. Fue un poco el cuento de la lechera. Los sondeos de opinión empezaron a indicar, con cierta recuperación de la izquierda, que el electorado reaccionaba negativamente a esas especulaciones un tanto aventureras. La derecha ha modificado su actitud en las últimas semanas, diciendo que las elecciones serán una advertencia para el Gobierno, pero sin poner en discusión su existencia.

El debate electoral se está centrando cada vez más -y la derecha, en ese orden, está logrando imponer la cancha del juego- sobre el balance económico y social del Gobierno socialista. La izquierda tiene, sin duda, cartas bastante fuertes: el socialismo francés ha realizado cambios efectivos -nacionalización de la banca y de ciertos sectores punta de la industria, jubilación a los sesenta años, descenso de la semana laboral de cuarenta a 39 horas, una semana más de vacaciones...-. Gracias a la congelación de precios y salarios durante un período, la inflación de 1982 se ha situado por debajo del 10%. Y sobre todo, el paro no ha aumentado, e incluso ha registrado pequeños descensos.

Por otro lado -y eso puede anunciar empeoramientos graves para el futuro-, el endeudamiento exterior alcanza niveles insoportables para la economía francesa, y los últimos datos indican una tendencia de los precios a subir. Ahora vamos a ver, pues, cuál es la reacción del electorado francés tras el balance de casi dos años de Gobierno socialista. Cierto descenso de los votos de la izquierda parece probable. Pero si no es acusado, Mitterrand podrá seguir gobernando con tranquilidad. Tiene aún cinco años por delante.

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