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Los laboristas, favoritos en las eleciones que mañana sábado se celebran en Australia

Grande sería la sorpresa si mañana, sábado, no se produce un cambio de Gobierno en Australia. Todas las encuestas de opinión muestran una ventaja de entre el 8% y el 10% para los laboristas, que parecen lanzados a la victoria. En sus filas crece el optimismo a medida que pasan los días, mientras que en el lado opuesto, el primer ministro, Malcolm Fraser, acusa a la Prensa de favorecer a su rival, como si buscara ya disculpas a su posible fracaso electoral.

Tan claro parece el pronóstico que incluso un importante grupo empresarial ha escrito a Robert Hawke solicitándole una entrevista con sus ministros económicos en cuanto tomen posesión de sus cargos.La partida se decidió, probablemente, hace poco más de una semana. Los sondeos indicaban que el Partido Liberal, en el poder, iba acortando su desventaja de cuatro puntos con respecto a los laboristas, cuando el primer ministro, Malcom Fraser, aconsejó a los australianos que retiraran sus ahorros de los bancos en caso de ganar los laboristas, pues éstos los "saquearían" para financiar su programa de gastos para relanzar la economía del país.

El gran capital no tardó en sacar sus dólares del país (se calcula que en poco más de una semana han salido de Australia más de mil millones de dólares, unos 125.000 millones de pesetas), pero la popularidad de Fraser cayó en picado, al perder lo que los australianos veían como su mejor cualidad: la de ser un hombre de Estado más que un hombre de partido.

El líder laborista, en cambio, parece cada vez más seguro de sí mismo. Incluso se ha atrevido a afirmar que podría no cumplir sus promesas de disminuir los impuestos si el déficit presupuestario dejado por los liberales es superior al confesado por éstos. A este respecto, dijo estar "muy interesado" en conocer la suma total de este déficit, que en los últimos meses se ha disparado muy por encima de las previsiones, hasta 4.000 millones de dólares, como efecto de la crisis económica. Y mientras sigue lanzado hacia la victoria, el antiguo líder sindical ha aprovechado la ocasión para intentar desvincularse de la izquierda de su propio partido, al admitir que vería con agrado la supresión en el programa laborista de la referencia a la "socialización democrática".

De confirmarse su victoria, el laborismo australiano dará una imagen ciertamente menos progresista que la de su Gobierno de 1972 a 1975 y, por supuesto, menos izquierdista de la pronosticada por Fraser. Un Fraser que, a pesar de la aparente confianza en sus posibilidades -"las encuestas de opinión se equivocaron en 1980 y volverán a equivocarse ahora"-, debe estar ya pensando en dimitir no sólo de su cargo de primer ministro, sino también del liderazgo del Partido Liberal.

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