'La madriguera': un realismo ahogado
"Lo único cierto es que vivimos juntos, juntos, apretados, echándonos el aliento unos a otros": son los personajes de La madriguera, de Rodríguez Buded, aplastados desde arriba, pero también entre sí. En televisión se da ahora esta obra que triunfó en Madrid un día de 1960. Un día: se hacían entonces esos enormes esfuerzos en teatro de cámara para una sola representación, para que saliera adelante lo que no tenía otro cauce. Y no salía adelante. Aunque tuviese éxito. Rodríguez Buded ya había tenido otro día único con Un hombre duerme -el mismo año- en el Pequeño Teatro Dido. Algo tenía que pasar para que un autor nuevo, al emprender lo que parecía ese mismo camino, encontrara tantas resistencias o se convirtiera en experimental. Lo que pasaba era simple: el realismo. Se añadía el realismo social. Explicando su comedia decía entonces Rodríguez Buded: "He intentado llevar al escenario la realidad, reproduciendo, de forma objetiva, la crítica situación en que se desenvuelve la vida de un cierto grupo de seres". Y añadía: "Pudiera pensarse que el único cometido de las gentes que pueblan La madriguera consiste en aceptar, con humildad y disciplina, las particulares circunstancias que condicionan y hasta llegan a condicionar sus vidas. Mi pretensión ha sido que tales circunstancias desempeñaran el papel de protagonista". Por ahí andaba el problema. Uno, la realidad sin subterfugios, sin gracias, sin chistes o personajes típicos y tópicos; por otro, la acusación a las circunstancias, entendiéndose que las circunstancias son una sociedad formada de una manera, un régimen concreto. Otros autores, por aquel año, buscaban alguna forma de metáfora -lo cual en absoluto les puede ser considerado como un reproche o como una fuga, sino como una manera de llegar-: era el año de Las Meninas, de Buero (otros tiempos, otra historia), y el de En la red, de Alfonso Sastre (otro lugar, Argelia; otra opresión, otra clandestinidad). El de Cerca de las estrellas, de López Aranda (la ilusión, la poesía).
Rodríguez Buded no estaba solo. Había unos compañeros de aventura realista y social: Olmo, Muñiz... El propio Sastre, el propio Buero, fueron durante un tiempo por ese doloroso camino. A Buded y sus modestos compañeros de aventura grande les pasaron algunas desgracias. El circuito del teatro se les fue cerrando: eran demasiado duros. Y en torno a ellos aparecían otros compañeros de generación, y algunos nuevos, que pronto comenzarían a acusarles de realistas y a renegar de lo social: buscaban la salida por la vanguardia y, aunque tampoco perforaron nada, ayudaron a destruir.
La madriguera se emite hoy a las 21.35 por la primera cadena.
