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Partidos y sindicatos italianos, preocupados por la oleada de protestas laborales

Juan Arias

Los partidos políticos y las centrales sindicales han mostrado su preocupación por la explosión repentina, en las mayores ciudades de Italia, de una oleada de protestas laborales contra la política económica del Gobierno Fanfani. Los sindicatos convocaron ayer paros y asambleas de fábrica en todo el país.

En ciudades como Génova, Palermo y Nápoles los huelgistas llegaron a paralizar aeropuertos y estaciones de ferrocarril. En Milán, donde la manifestación fue autorizada, desfilaron más de 50.000 obreros, mientras en Roma se llevó a cabo una manifestación ilegal ante el palacio de la Presidencia del Gobierno, que fue disuelta por las fuerzas del orden con un saldo de tres heridos de consideración. Algunos eslóganes contra el Gobierno eran coloridos y hasta irreverentes. Uno decía: "Fanfani ven a pescar con nosotros, nos falta sólo el gusano".Este recrudecimiento del malestar de las clases trabajadoras reviste especial gravedad al no conseguir controlarlo los grandes sindicatos CGIL, CISL y UIL, cuyos máximos dirigentes se reunieron ayer con carácter de urgencia y a puerta cerrada. Por primera vez empiezan anotarse síntomas de ruptura en el seno de los tres grandes sindicatos, cuya fuerza y originalidad ha sido años atrás la llamada "unidad sindical".

Tras acaloradas discusiones, los sindicatos acordaron convocar paros y asambleas de fábrica en todo el país para convenir una estrategia de lucha contra la política económica del Gobierno.

El problema de fondo es el siguiente: Por primera vez, con el Gobierno Fanfani y la nueva secretaría política del democristiano Ciriaco de Mita la Democracia Cristiana italiana (DC) ha querido desafiar a la opinión pública con una política de austeridad capaz de situar la inflacción en el 13% en este año y en el 10% en 1984. El Gobierno está formado por democristianos, socialistas, socialdemócratas y liberales.

Todos los partidos coinciden en que esta amarga medicina es indispensable. Pero las discrepancias comienzan al decidir si hay que recortar el gasto público o acudir a la presión fiscal. Y en este segundo caso, a qué ciudadanos hay que exigir un mayor esfuerzo. Los partidos, profundamente afectados por ese mal tan italiano de la "preocupación electoral", se dividen. Nadie quiere que se toque a sus electores, sobre todo porque se sabe que en mayo diez millones de italianos irán a las urnas para las elecciones administrativas, y que en esa misma fecha es muy posible que haya también elecciones políticas anticipadas.

Mientras tanto, diez millones de trabajadores metalúrgicos esperan la renovación de sus contratos, mientras la patronal Confindustria presiona para que se modifique la "escala móvil"; es decir, el mecanismo para aumentar automáticamente cada tres meses el sueldo de los trabajadores según el encarecimiento del coste de la vida.

Democristianos y socialistas mantienen una lucha sorda. Estos últimos esperan dar un salto hacia adelante en las próximas elecciones. Los democristianos, con la fuerza que le ha dado al partido el nuevo secretario De Mita, frenan continuamente el ímpetu de los socialistas obligándoles a escoger entre gobernar con los comunistas (cosa que hoy por hoy es imposible) o con la Democracia Cristiana, que sigue siendo el partido de mayoría relativa.

Y mientras tanto, los comunistas que han escogido el camino de la oposición dura contra el Gobierno Fanfani, no ven con malos ojos el recrudecimiento de las manifestaciones de protesta de los trabajadores en las plazas y en las calles. Condenan los métodos utilizados, pero comparten las preocupaciones de los obreros de que pueda recaer sobre sus hombros el peso de la crisis.

El secretario general de UIL, el socialista Giorgio Benvenuto, ha acusado públicamente al Partido Comunista Italiano de azuzar la protesta. La respuesta de Luciano Lama, secretario general del sindicato comunista CGIL, que cuenta casi con tres millones de afiliados, ha sido inmediata: ha calificado de provocación estas acusaciones. La situación continúa siendo tensa.

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