No calentar cuatro camas

El domingo 19 de diciembre ha aparecido una carta que me ha animado a escribir. La firma un catedrático de bachillerato llamado Gonzalo Rueda Lozano, y toda ella parece un sollozo dirigido a los lectores para solventar un problema personal.Según él, tendrían que reunir a todos los casados en la misma localidad y, lógicamente, la que ellos escogieran, pasando por encima de solteros, matrimonios con un solo sueldo, separados, divorciados, viudos y otros especímenes de parecida categoría que tienen, si no más, el mismo derecho a elegir su puesto de trabajo.

Para todo ello aduce razones sentimentales (las que mejor llegan a la gran mayoría) y profesionales. Para la razón sentimental, la solución no puede ser más sencilla: que uno de los dos deje de trabajar, y así podrán estar junilos toda la vida, dejando, de paso, un puesto libre para tanto licenciado en paro. El problema surgiría en que habría que medir.si los seritimientos permanecerían igual de fuertes con la mitad de dinero.

El segundo razonamiento no puede ser más absurdo. Acusa al Ministerio de Educación de perjudicar con esta separación la calidad de la enseñanza, cuando ésta parte principalmente de la persona (aunque el sistema, bien es verdad, tenga que poner todos los medios a su alcance). Si, como él dice, perjudica a todos sus alumnos por la preocupación de calentar cuatro camas a la semana, que les hagan un favor y abandone el puesto. Calentará una sola cama y los alumnos no se verán perjudicados. Mezclar ambiciones con profesionalidad es pretender que todo funcione a gusto de uno y, desde luego, deja bastante que desear en cuanto a interés por el trabajo. / Agregado en prácticas.