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La bipolarización

Los resultados de las elecciones de ayer suponen una tajante y dramática ruptura de la dinámica política creada desde el advenimiento de la democracia en España. La posibilidad de que un partido forme Gobierno con el respaldo de más de la mitad de los miembros del Congreso de los Diputados y el colapso del centrismo al cabo de cinco años de polémico y peculiar ejercicio del poder son dos acontecimientos de tal magnitud, que pensamos que los historiadores tendrán que dividir el estudio de nuestra peripecia constitucional en el antes y el después de este soleado, cívico y otoñal 28-O.Con el mayor respaldo popular obtenido por medios democráticos por un político español en los últimos cincuenta años, Felipe González instala al socialismo en el poder, paradójicamente, al amparo de una institución -la Corona- y bajo la advocación de una enseña -nuestra bandera rojigualda- que históricamente simbolizaron todo aquello contra lo que el partido de Pablo Iglesias luchó en las primeras nueve décimas partes de su centenaria andadura.

Esta sintornática superación de los propios demonios familiares y la firme promesa por parte de González de alejar de sus bases la tentación de ejercitar cualquier tipo de derecho de pernada con relación a ese cambio ilusionadamente apoyado por socialistas y no socialistas son prometedores indicios de que la victoria del PSOE no significará una vuelta de campana en los esquemas básicos de la sociedad española, sino tan sólo un saludable acelerón en el ritmo de, modernización y reformas que demanda nuestra Patria.

De confirmarse esta impresión, el PSOE sustituiría de hecho a la UCD como gran fuerza moderada, pero con la dificultad añadida de tener que satisfacer también a una izquierda clásica que ha asistido impotente al funeral que Santiago Carrillo ha preparado para el Partido Comunista, haciendo buena la macabra ocurrencia de que en cinco años de legalidad ha logrado por la vía del suicidio lo que cuarenta años de franquismo no obtuvieron a través de la represión.

Además del lógico desgaste y el exceso de torpezas mutuas, la UCD y el CDS han pagado muy caro el precio de su desgajamiento. Suárez no va a tener otro remedio que volver al redil con las orejas gachas para completar con sus dos tristes escaños el paupérrimo grupo parlamentario ucedista. Cruda lección para quienes han antepuesto el personalismo a la racionalidad.

, 29 de octubre.

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