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Las relaciones entre España y el Reino Unido, en su peor punto desde la muerte de Franco

Andrés Ortega

Las relaciones hispano-británicas se encuentran, de cara a las elecciones generales en España, en su nivel más bajo de enfriamiento desde la muerte de Franco. En medios diplomáticos españoles se estima que estas relaciones giran en torno a un único problema: Gibraltar, agravado por la actitud personal de la primera ministra, Margaret Thatcher, que ha tomado en sus manos las riendas de la política exterior británica. El próximo Gobierno español tendrá una ardua labor en este campo.

Un año atrás, las relaciones entre Londres y Madrid iban por buen camino. La guerra de las Malvinas las estropearon. La actitud del Gobierno español ante el conflicto, especialmente en las Naciones Unidas, no hizo sino, en opinión de fuentes oficiosas británicas y españolas, agravar la situación, y, con la dimisión de lord Carrington, ministro de Asuntos Exteriores, la diplomacia española perdió una importante baza sobre la que había apostado. En julio, Thatcher declaró que no estaba dispuesta a negociar sobre la soberanía del Peñón. Fue un desliz verbal que el Foreign Office intentó paliar, sin llegar, sin embargo, a convencer plenamente a la parte española.En tres frentes centrales de la política exterior española -la Comunidad Europea, la OTAN y el comercio exterior-, el Reino Unido y Gibraltar tienen un papel predominante, hasta que se abra la verja.

Sería impensable un ingreso español en la CEE, de la que Gibraltar forma parte. Londres no ha llegado a plantear aún un veto formal, pero el tema de la restauración de las comunicaciones con el peñón figuraba en la carta de Thatcher a la Comisión Europea sobre los problemas del ingreso de España. Lo mismo puede asegurarse de un mando español en la OTAN que cubriera el territorio de Gibraltar.

Negociaciones retrasadas

Desde el acuerdo de Lisboa de abril de 1980, la postura del Gobierno español -y del británico- ha sido la de una apertura de la verja simultánea a un comienzo de las negociaciones sobre el futuro del peñón. En principio, los británicos no se oponen a negociar sobre la soberanía, pero se niegan a obligarse en un sentido o en otro en el comunicado final que plasmará el inicio de las negociaciones.La parte británica concede una importancia crucial al hecho de la apertura de la verja, entre otras razones, porque así podría vislumbrarse una viabilidad económica para el Peñón. La parte española, en su actual versión, considera que esta apertura es una de sus mejores bazas negociadoras. Varios dirigentes del PSOE se han declarado favorables a la apertura de la verja, seguida de negociaciones. En medios oficiosos del Foreign Office se duda si los socialistas, en caso de que formen el próximo Gobierno español, tendrán el poder suficiente para imponer esta decisión frente a presiones de sectores intransigentes en España. Estar in office no es lo mismo que estar in power.

España, ésta es una opinión diplomática española, carece de una estrategia negociadora global que fuera dirigida en tres frentes simultáneamente: el Parlamento, los medios de comunicación y el Gobierno británicos. Los dos primeros casos no presentan graves dificultades.

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De hecho, la Cámara de los Comunes se ha aproximado mucho a la postura española. Pero en estos momentos se carece de una actitud de cara al Gobierno de Márgaret Thatcher.

En el ámbito económico y comercial, el Gobierno británico se apresta a lanzarse en un proteccionismo selectivo de cara a países no comunitarios, como España y Japón. El Gobierno británico apunta especialmente a la importación de coches fabricados en España, que sólo requieren un arancel de un 4% para entrar en el Reino Unido. Por su parte, los vehículos británicos se ven gravados en un 36,7% al ser importados en España. El control selectivo de las importaciones será debatido el jueves por el Gabinete británico y, probablemente, anunciado la semana entrante. El Gobierno británico no tiene aún claras sus opciones.

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