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El 28 de octubre, elecciones legislativas

Las tensiones internas, principal peligro para el primer partido vasco El PNV intenta reforzar su hegemonía para negociar con un eventual Gobierno socialista

El PNV ha podido gobernar en solitario en la comunidad autónoma de Euskadi merced a la mayoría absoluta que la voluntaria ausencia de HB le otorgó en la Cámara vasca (25 sobre 49 escaños realmente ocupados). Es cierto que esta hegemonía parlamentaria refleja hasta cierto punto la que ejerce la ideología nacionalista moderada en el conjunto de la sociedad vasca: influencia decisiva del PNV en la Iglesia vasca, las cámaras de comercio, el mundo sindical y colectivos que van desde los clubes de fútbol a las asociaciones de mujeres, de jóvenes, de antiguos combatientes o de montañeros.

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Pero no es menos cierto que esa mayoría absoluta constituye una distorsión de la imagen que debería proyectar el real pluralismo social y político de la Euskadi actual: el PNV gobierna con tan sólo el 22% de votos sobre el censo total; las opciones no nacionalistas obtuvieron en 1979 el 31,7% de los votos, frente al 32,5% cosechado por el conjunto de fuerzas nacionalistas.Pese a estos datos, el PNV tiende a presentarse como representante de todo el pueblo vasco, Esta actitud es favorecida por un hecho bien real: el nacionalismo en su conjunto es políticamente mucho más activo que las opciones no nacionalistas. Más activo no necesariamente por su laboriosidad legislativa o institucional en general, pero sí por su capacidad de presencia social y de movilización masiva.

Las más de 100.000 personas que se dieron cita el domingo en Vitoria con motivo del Alderdi Eguna (Día del Partido, es decir, del Partido Nacionalista Vasco) constituyen una confirmación de que el nacionalismo vasco, tanto en su versión moderada como en su vertiente radical, es la única ideología que conserva hoy la capacidad de entusiasmar y mover a los convencidos, y de atraer a nuevos adeptos.

Poco desgaste de poder

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El PNV aborda estas elecciones desde una peculiar posición. Por una parte, se presenta desde su situación de partido de gobierno en Euskadi. Pero, por otra, apenas soporta el desgaste del ejercicio del poder gracias a su habilidad para endosar al Gobierno central la responsabilidad de los nulos o escasos resultados obtenidos en determinadas áreas. Naturalmente, si puede presentar esta doble perspectiva, beneficiándose simultáneamente de una y otra posición, es porque parcialmente refleja una situación real: el frenazo autonómico,simbolizado por la LOAPA, la paralización durante más de un año en el proceso de transferencias, las permanentes resistencias -o dudas- del Gobierno de Madrid a dar definitivamente luz verde a la entrada en funcionamiento de la policía autónoma, la permanencia de la inconcreción -y por tanto de la tensión- respecto a los criterios prácticos para la aplicación del concierto autonómico son sin duda factores que permiten al PNV mantenerse en el filo de la navaja que separa la ineficacia de la falta de competencias.

El peligro principal para un partido de espectro social tan amplio es el de las divisiones internas. Por eso le ha venido tan bien al PNV la solicitud socialista de paralizar el Parlamento autónomo hasta después del 28-O. Esta paralización permitirá a los nacionalistas congelar hasta después de las elecciones los previstos debates parlamentarios en torno a cuestiones como la ley de Territorios Históricos, la de la Hacienda autónoma, o la de normalización de la lengua vasca, sobre las que las divisiones internas son tan públicas y notorias como graves. En todos estos temas, el Gobierno de Garaikoetxea se ve más presionado por las posiciones disidentes existentes dentro del PNV -posiciones en general regresivas y a veces unidas a la reivindicación literal de la herencia ideológica de Sabino Arana- que por la oposición parlamentaria.

En estas condiciones, la campaña nacionalista, por lo visto hasta el momento,parece marcada por el objetivo central de reforzar su posición de cara a una renegocíación autonómica con un Gobierno socialista. Para ello, por una parte, el PNV intenta reforzar la imagen de "partido de todo el pueblo" mediante movilizaciones como la del domingo en Vitoria. Por otra, ha introducido en los puestos clave de las candidaturas a jóvenes profesionales especialistas en áreas como los conciertos, la economía comunitaria, la educación y el Derecho público.

Una especie de plebiscito

A su vez, para lograr este objetivo, el PNV intentará dar a las elecciones el carácter de plebiscito en favor de su interpretación del Estatuto de Guernica -interpretación incompatible con los pactos autonómicos UCD-PSOE de 1981-, de forma que una futura Administración socialista se vea obligada a reconsiderar, o al menos congelar, tales pactos. Pero intentará, paralelamente, desautorizar las opciones radícales representadas por Herri Batasuna mediante una contraposición entre los logros autonómicos pese a todo obtenidos y la ausencia de resultados tangibles de la línea fructurista y abstencionista respecto a las instituciones representada por la coalición abertzale.

Este último aspecto de la orientación nacionalista es decisivo por dos razones. Por una parte, los resultados obtenidos por HB en las elecciones autonómicas convirtieron a esta coalición no sólo en la segunda fuerza electoral vasca, sino, pese a la todavía notable diferencia en el peso de una y otra opción, en eventual alternativa, desde dentro del campo nacionalista, a un hipotético fracaso del Gobierno monocolor peneuvista. Por otra, la capacidad negociadora del PNV está ligada a la eficacia que demuestre como factor de pacificación en Euskadi.

Las frases pronunciadas con ocasión del Alderdi Eguna por el lendakari, a favor de las medidas de gracia concedidas a ex militantes de ETA que han abandonado las armas, resultan muy significativas y parecen anunciar una disposición del PNV a buscar una tercera vía entre la solución puramente policial del fenómeno ETA y la huida hacia adelante de esta organización.

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