¿Existen condiciones para un Gobierno socialista?
Con la disolución de las Cortes e inicio de un nuevo período electoral, entramos en una fase realmente viva y apasionante de la vida del país en la que "casi todo es posible". Las próximas elecciones son, sin duda alguna, las más importantes realizadas a partir del comienzo de la transición democrática; van a poner de manifiesto las muchas contradicciones que hoy alberga en su seno la sociedad española y cómo, con más o menos fidelidad, se expresan en la vida política nacional. De que tales contradicciones, primero, se clarifiquen y, después, o bien se resuelvan o bien se antagonicen depende el futuro de nuestro país.Todas las previsiones que se deducen de los sondeos de opinión son favorables al PSOE. La posibilidad, pues, de un Gobierno socialista es algo que cabe con cierta verosimilitud entre los pronósticos políticos de cara a nuestro inmediato futuro. De aquí que una de las primeras cuestiones que debiera preocuparnos es la de saber si existen las condiciones adecuadas para que este Gobierno sea viable. No olvidemos que no es lo mismo ejercer el poder que tener el poder. Como no es lo mismo desempeñar la gerencia de una compañía mediante una buena retribución que dominar el consejo de administración por una mayoría de acciones. Y no olvidemos tampoco que una cosa es la motivación del voto -el aspecto electoralista de aquella posibilidad- y otra muy distinta es contar con el verdadero respaldo social, consciente y decidido, en favor de una determinada opción política. La gran paradoja de nuestra situación política es que cuando existen las mayores posibilidades electorales para un Gobierno socialista puedan también darse las peores condiciones para que tal Gobierno pueda llevar a cabo su tarea. Al menos, una tarea que pueda considerarse como socialista.
No se trata ya de los graves problemas -la tremenda herencia que se les pone en sus manos-. Sólo de pasada baste citar la crisis económica, con el gran problema del paro; el terrorismo, capaz de crear situaciones difíciles; el problema autonómico, envenenado con la LOAPA; la cuestión militar, incidiendo peligrosamente en el poder político; la existencia de otros contrapoderes fácticos -antisistema- que no dejan de conspirar. Y por si fuera poco, una Administración pública y una Seguridad Social que exigen medidas antipopulares, si es que quieren salvarse de su total bancarrota. Pero lo peor de la situación -insisto- no radica, con todo, en la gravedad de estos problemas a que hay que hacer frente, sino en las limitaciones de poder con que se cuenta para resolverlos. Tener muchos diputados, y tener un Gobierno apoyado en estos diputados, es contar con un excesivamente limitado poder efectivo para afrontarlos. No se puede identificar lo aparente con lo real. El poder se concreta en decisiones. Y, a su vez, estas decisiones son siempre la resultante de un complejo de fuerzas -un complejo de influencias-que en última instancia deciden lo que va a hacerse. Existen hoy en España muchos otros poderes de hecho, o contrapoderes, que van a poner en entredicho el poder socialista.
Así pues, son tantos los poderes "de hecho" que han de influir en un Gobierno parlamentario socialista, que solamente podrá hacer frente a tan nefastas influencias si sabe contrarrestarlas mediante la movilización de unas predominantes fuerzas sociales. Y aquí viene, a mi modo de ver, el aspecto más grave de la cuestión: refrendo electoral no quiere decir, en absoluto, apoyo popular fervoroso y real; no quiere decir fuerza social. La motivación puntual del voto, en un momento de un determinado día, puede tener orígenes muy diversos, no siempre relacionados con una adhesión total y entusiasta a la opción política que se ha decidido.
En este sentidc tendríamos que preguntarnos: ¿por qué se vota a una determinada sigla? Probablemente, si nos preocupásemos un poco por averiguarlo -aunque sólo fuese en nuestro inmediato círculo de amistades-, veríamos qué difícilmente se vota por convicción o confianza en un determinado partido, sino como rechazo o animadversión contra los otros. Posteriormente, a pocos encontraríamos convencidos de la bondad cierta de una determinada opción política, concretamente el PSOE, en nuestro caso. Si, no obstante, se le vota, es porque; todas las demás resultan indeseables y les desagrada que sigan gobemando (UCD) o puedan algún día hacerlo (AP). Pero un apoyo total y decidido, que pudiéramos calificar de entusiasta, falta en la inmensa mayoría. De aquí la fragilidad de todo apoyo exclusivamente electoralista y que pueda estar basado en motivaciones no siempre claras. Hay, en definitiva, un nivel electoralista de la política que muchas veces no se compagina con el nivel de las fuerzas sociales que realmente existen.
El PSOE puede encontrarse en este caso y su tiriunfo electoral no corresponderse con el nivel de su respaldo social, si hemos de considerar a éste como una fuerza social capaz de apoyarlo con firmeza y entusiasmo. ¿Dónde está hoy el pueblo trabajador concienciado, movilizado, por una opción socialista? ¿Existe hoy una verdadera conciencia de cambio social, de la necesidad de unas transforma,ciones en profundidad de nuestra sociedad? Precisamente, por el contrario, puede acaecer un gobiemo socialista cuando la mentalidad consumista, la corrupción como norma y el individualismo más desatado y depredator se han impuesto en nuestra sociedad. El sistema de valores hoy dominante es lo más alejado de un proyecto socialista clue pueda concebirse. Una contradicción más -quizá la más importante- que añadir a la coyuntura presente. ¿Dónde está hoy la clase obrera, con conciencia de clase, dispuesta al esfuerzo de sacrificarse y luchar por unas reivindicaciones políticas? Antes, al contrario, está impregnada y neutralizada por todos los valores pequeñoburgueses del consumismo más desenfrenado, que ha hecho presa en ella.
No tiene nada de raro, por tanto, que nos encontremos con un PSOE "alternativa de poder" que cada día se nos presenta con una imagen más modema. Un PSOE que no solamente no quiere asustar a los poderes fácticos, sino que se muestra a la derecha de la socialdemocracia más contemporizadora. Intenta aglutinar a un electorado que "no quiere a los que actualmente mandan", pero tampoco perder ninguna de las cotas consumistas a que ahora se encuentra entregado. ¿Qué hará el PSOE en el poder? Por supuesto que no va a cambiar el modelo de sociedad, por supuesto que no va a hacer la revolución, por supuesto que no vamos a dar pasos hacia unal sociedad socialista. A lo más que podrá llegar es a gestionar mejor los intereses del sistema, a poner un poco de orden en la Administración pública, la Seguridad Social o la vida económica. Pero aun esto, ¿lo van a dejar los "contrapoderes de hecho"?
Para mí, la mayor dificultad que va a encontrar el PSOE, en el caso de que gane las elecciones, es la de una sociedad en sí misma reacciortaria, y que cada día, en todas sus manifestaciones y corporaciones -el caso del Consejo General de Colegios de Médicos es un ejemplo- va girando mucho más a la derecha. Nuestra sociedad se halla entregada a una dinámica de corrupción a todos los niveles, que por sí misma es reaccionaria. La fascistización de nuestra aristocracia obrera es un peligro que está detrás de la puerta. No puede negarse -a mi modo de ver- que un Gobiemo socialista va a actuar casi a contracorriente.
Por otra parte, nos encontramos también con la gran dificultad de que en España se carece de una burguesía progresista, liberal, democrática -al menos con fuerza social- que pueda colaborar en el proceso de modernización del Estado, sus instrumentos y la sociedad que le sustenta. Hay, por el contrario, una derecha dura, autoritaria, involucionista, cada día mejor representada y cada día ocupando puestos corporativos de mayor responsabilidad. Mientras tanto, la derecha progresista que sólo ha funcionado como clase política sin base social -el famoso llamado centro- se ha desintegrado y casi disuelto a raíz de la crisis del partido gubernamental. ¿Con qué apoyo puede contar el PSOE siquiera en esta empresa de democratización de la vida social, política y económica de nuestro país?
La gran tarea, pues, que en mi opinión tiene el PSOE hoy por delante es la de conseguir una movilización del máximo de fuerzas sociales que estén interesadas en conseguir un cambio en nuestra vida política, social y económica. Es decir, conseguir fuerzas para poder gobernar. El simple enfoque electoralista de la situación resulta evidentemente insuficiente, y puede resultar un error de bulto.
Hay una distinción -bien hecha por Gramsci- entre lo que es orgánico y aquello otro que es ocasional o coyuntural. Y lo orgánico en nuestra situación española de hoy es esa dinámica a la que está sometida nuestra sociedad, en la que "el sacar provecho personal" constituye el motor principal. No nos autoengañemos y no exaltemos el elemento voluntarista considerándolo el dueño de la situación. Hay una realidad rebelde que se impone y que sería absurdo modificar con solamente buena voluntad. La primera pregunta a contestar sería la siguiente: ¿qué grado de homogeneidad, de autoconciencia y de organización tiene la base social que apoya al PSOE? ¿Hasta qué punto puede convertirse en fuerza dominante ante otras subordinadas? ¿Cómo se encuentran las relaciones sociales de fuerza? No olvidemos que "el elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde mucho antes, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable" (Gramsci).
Solamente así la probable victoria electoral del PSOE podrá significar, efectivamente, un paso adelante, real, y librarse del peligro de convertirse en una simple pirueta normal o un salto en el vacío.
es presidente de la Comisión Permanente del Congreso del PSA.
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