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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ladrones robados

Tomàs Delclós

Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón, dice el refrán. Y eso es lo que sucede con Charley Varrick, el protagonista de La gran estafa. Charley era un acróbata de baile que terminó sus días circenses como fumigador aéreo. Pero el riesgo resultaba excesivo y decidió especializarse en los robos de poca monta, delitos pequeños que no piden antigüedad en el oficio ni te juegas el tipo o la eternidad carcelaria. Un mal día, sin embargo, Charley atracó un banco local con el ánimo de llevarse un discreto puñado de dólares y se encontró con una inesperada fortuna. Sin saberlo ni creerlo, Charley se había agenciado la recaudación de la mafia comarcal. El problema de nuestro hombre será, a partir de entonces, conseguir que los dólares regresen a sus anteriores e ¡legales dueños, que no se andan con chiquitas con los intrusos.La combinación de Don Siegel y de Walter Mathau hace que el filme sea ilocalizable en ningún arquetipo de género. Don Siegel tiene una excelente filmografía de ladrones y policías. Walter Mathau, figura asociada con Jack Lemmon, es un nombre puntero de la comedia. La película de hoy oscila entre ambos registros.

La gran estafa se emite hoy a las 23

30 horas por la primera cadena.

Don Siegel realizó La gran estafa tras haber trabajado con Clint Eastwood en Harry el sucio, una película a la que se le achacó hacer una apología fascistoide. Charley, sin embargo, está muy lejos de la figura violenta de Harry, un personaje a quien le sabe a poco ser policía para imponer la ley. Charley es uno más de los héroes solitarios de Siegel, pero sin la brutalidad de Eastwood. Y ahí está el acierto en la elección del protagonista, un tipo campechano, aunque existan excepciones, como en su papel en Missing.

Charley se enfrentará a la organización mafiosa; su astucia deberá ser un arma tan útil como el gatillo de los asesinos que le persiguen. Siegel mimó la pormenorizada planificación de las secuencias del robo y descuidó un tanto la narración de lo que sucedía después. Al margen de contar los apaños de su héroe para salir con vida del embrollo, Siegel describe con pinceladas las dudas del personaje a la hora de devolver o no el dinero.

El espectador se pone inmediatamente al lado del tímido ladrón, y la desproporción entre él y sus enemigos explica el aire cómico que tiene en algunos momentos la acción. La situación recuerda, por ejemplo, El golpe. No se trata de un delincuente enfrentado a la ley, sino de un ladrón contra otros ladrones más peligrosos que él. Este peculiar duelo desvía el maniqueísmo moralizante que enfrenta a justos contra pecadores hacia un relativismo moral donde el bueno es, simplemente, el menos malo. La música del filme es de Lalo Schifrin, que ha colaborado con Siegel en películas como El seductor y Harry el sucio.

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