Los partidos de Felipe González, Carrillo y Suárez comparecerán en solitario a las elecciones
Cuando comienza la cuenta atrás para la constitución de las coaliciones electorales que podrán concurrir a las elecciones generales que renovarán la representación parlamentaria -el plazo finaliza el próximo día 14 de septiembre-, sólo los socialistas parecen tener una idea sólida sobre la conveniencia de presentarse ante las urnas sin coaliciones ni pactos que pudieran restar nitidez a su oferta electoral. Por su parte, tanto el Centro Democrático y Social (CDS) de Adolfo Suáréz como el Partido Comunista de España (PCE), por razones bien diferentes, comparecerán también en solitario, mientras Unión de Centro Democrático (UCD) deshoja la margarita sobre la probable coalición con el Partido Demócrata Liberal (PDL) de Antonio Garrigues.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) mantiene su criterio de presentarse ante el electorado exclusivamente como tal, sin ningún tipo de acuerdo previo que pudiera dar la imagen de una mixtura política. La razón es obvia: la ausencia de formaciones comparables al PSOE en organización y solidez ofrece una oportunidad de oro a los socialistas para consolidarse como opción de poder, "sin otros méritos que los suyos ni otras siglas que las propias y los cien años de historia que las respaldan", en opinión de un destacado socialista.El primer problema de esta estrategia es la exagerada sensación de prepotencia que suscita, un PSOE con estos criterios electorales, en contraste con los esfuerzos de su ejecutiva por ofrecer apanencias de moderación. Para compensar este efecto, ahí están los ofrecimientos de la cúspide socialista de participación en la mayoría para el cambio a todas aquellas personas que sean capaces de sintonizar con el programa socialista.
"A un ministro se le cesa; un diputado puede 'fugarse'"
En definitiva, el PSOE cree que se basta a sí mismo pira ganar las elecciones, pero será generoso con los simpatizantes con experiencia de gobierno, a quienes tratará de situar en puestos importantes de la Administración pública, incluidos los cargos de ministros, pero, a ser posible, no en las listas electorales. Debajo der esta estrategia late, sin embargo, la enseñanza adquirida por la experiencia centrista, que impulsa a la dirección socialista a ser desconfiada en principio. Como se dijo en una reunión de la ejecutiva del PSOE, a un ministro se le cesa en un día, mientras que un diputado puede dar cien disgustos al partido en el Gobierno y finalmente fugarse a otro grupo parlamentario".
De ahí que la intención socialista sea incluir en las listas electorales personas de segura fidelidad al PSOE, aunque puedan resultar políticamente más grises, habida cuenta que en estas elecciones, por el sistema electoral vigente, no contarán los personalismos. Con ello, el PSOE cubre además un flanco político importante: la posible contestación interior. Entre las recomendaciones realizadas a la ejecutiva por el sector crítico, agrupado en torno a Izquierda Socialista, figura la de no pactar con ninguna de las fuerzas políticas situadas a su derecha. Ante la próxima celebración de la Conferencia de Organización del partido, prevista para octubre, antes de las elecciones, los críticos aconsejaron a la dirección del partido, "para que tengamos la conferencia en paz", que no se produzca ningún tipo de vacilaciones en el establecimiento de pactos preelectorales.
Los problemas del PAD
Curiosamente, el sector más distante de éste, el socialdemócrata, tampoco se muestra entusiasmado ante la eventualidad de que el PSOE adopte acuerdos políticos e introduzca en su seno personalidades de ideología fronteriza con la propia y que, de alguna manera, podrían hacerles sombra. Ni siquiera el Partido de Acción Democrática (PAD), que lidera Francisco Fernández Ordófiez, a quien Felipe González dispensa un trato de favor excepcional, tiene en estos momentos seguridades de que materializará un acuerdo político previo a las elecciones.
El resultado es que el PAD se encuentra en situación difícil. Para que Fernández Ordóñez y sus hombres -muy pocos, para levantar las mínimas susceptibilidades entre la militancia socialista- figuren en las listas socialistas, Felipe González no exige la disolución del PAD ni la afiliación al PSOE, pero tampoco acepta un pacto oficial con este pequeño partido, que en su momento pudiera pasarfactura política por su contribución al éxito electoral del PSOE. Fernández Ordóñez, por su parte, insiste en la conveniencia, "para el propio PSOE", no sólo de pactar con el PAD, sino incluso de facilitar en su día la formación de un grupo parlamentario desde el que el partido en el poder pueda recibir el apoyo de una voz distinta de la suya en el Congreso de los Diputados.
La solución más fácil, desde la perspectiva de Alfonso Guerra, es la incorporación de algunos de los hombres del PAD, tras las elecciones, a las tareas de la Administración socialista. Según fuentes de toda solvencia, el PSOE estaría dispuesto a nombrar hasta dos ministros del PAD y algunos otros altos cargos a cambio de ahorrar confusiones en las listas electorales. Este criterio avalaría, por otra parte, el propósito del PSOE de evitar la coincidencia del cargo de diputado con el de ministro.
Para el PAD, el problema es que ha apostado quizá demasiado fuerte por la mayoría para el cambio, que patrocina el PSOE y en estas circunstancias, cuando, el tiempo apremia, encontraría obstáculos casi insuperables para coaligarse con la fuerza política más afin, el CDS de Adolfo Suárez, o para formar con este partido y una serie de personalidades independientes una plataforma progresista. La situación es tal que Fernández Ordóñez no ha descartado, en privado, la posibilidad de marcharse a su casa.
Por el momento, el líder del PAD trabaja con denuedo para enganchar a su partido, en las mejores condiciones posibles, a la ópción socialista. Fernández Ordóñez considera que detrás de su pequeño partido hay una opción ideológica socialdemócrata complementaria y vecina de la que ofrece el PSOE.
A la izquierda del PSOE, el Partido Comunista de España (PCE) comparecerá solo a las elecciones, aunque no, evidentemente, por falta de ganas de concurrir, al precio que fuera, junto a los socialistas, en una oferta unitaria de izquierda. No es probable que el PCE se una a otros partidos situados a su izquierda.
La estrategia comunista consistirá en cubrir el flanco fronterizo con el PSOE, que la moderación socialista deja más débil, a fin de obtener un número de escaños que, en su momento, puedan ser necesarios al PSOE para formar una mayoría parlamentaria, aunque el PCE sabe de antemano que los socialistas pactarán antes con las fuerzas situadas a su derecha que con el PCE. Las contradicciones del PSOE en materia autonómica, especialmente en Cataluña y el País Vasco -donde los comunistas explotarán electoralmente la LOAPA-, serán las bazas mayores de los comunistas durante la campaña electoral.
El CDS de Adolfo Suárez tiene el firme propósito de concurrir a las elecciones sin coaliciones con otras fuerzas políticas. Se trata, en definitiva, de medir políticamente al fundador de la UCD con lo que queda de aquel partido. Cualquier adherencia de procedencia no centrista podría restar eficacia a la operación y, por tanto, Suárez la rechaza. A estas alturas serán vanos los intentos de Juan José Rosón, Rafael Arias-Salgado y Juan Antonio García Diez para recomponer el partido, que tuvieron su oportunidad, según fuentes suaristas, "antes de que se produjera la descomposición irreversible".
De modo similar, la UCD que ahora capitanea Landelino Lavilla quiere ofrecerse al electorado "como el verdadero y único partido de centro-centro", una vez que se han marchado, por la derecha y por la izquierda, quienes han decidido autoexcluirse, "tal vez porque su espacio político no fue nunca el centro-centro", según manifestó un portavoz centrista. Sólo la coalición con el PDL de Antonio Garrigues, todavía no decidida y capaz de suscitar poíérnicas en la cúspide de UCD, podría redondear esta oferta electoral. El argumento más utilizado entre los partidarios de la coalición es que el acuerdo con el PDL refuerza la imagen liberal del centrismo y desvírtúa la imputación de que la UCD sobrante es una mera fracción del sector democristiano del originario partido centrista, observación especialmente molesta durante una campaña electoral en coincidencia con la presencia del Papa. El sector liberal de UCD, con Antonio Fontán y Joaquín Muñoz Peirats como principales impulsores, presiona denodadamente a Lavilla para lograr la coalición.
Por lo demás, el Partido Demócrata Popular (PDP), de Oscar Alzaga, ya ha anunciado la coalición con Alianza Popular (AP), con lo que la operación encaminada a servir de puente para la creación de la mayoría natural concluye con la incorporación del puente a uno de los costados que se deseaban unir. La posibilidad de que el partido de Garrigues se incorporara también a esta coalición sería sólo el resultado de que UCD rechazara el acuerdo con el PDL, que en principio se encuentra "más cómodo" en la UCD de Lavilla, y más aún si lograra, como desea, una única coalición centrista, mediante la incorporación, también, del CDS de Suárez, aspiración hoy por hoy prácticamente irrealizable.
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