La mentira de los torneos

Los problemas económicos de los clubes de fútbol son una hemorragia cada vez con menos coagulante posible. El despilfarro sin responsabilidades de los directivos, envueltos después en un mar de deudas, empieza ya en agosto. Para rizar el rizo de las gestiones absurdas, basadas en las variables tan aleatorias del balón, como un penalti fallado, un disparo al poste o un tirón inoportuno del extranjero (aunque desconocido) de turno, se juegan ya los primeros números equivocados en la locura de los torneos veraniegos. El fiasco habitual, pese a las lógicas excepciones, de unos partidos que se ofrecen con el nombre de equipos más o menos conocidos, con precios tan abusivos como si fueran a pleno rendimiento, rebasa todos los límites del despropósito. Y, a veces, nunca dependiendo del teórico interés general, según otra triste norma, con televisión incluída.Al margen de que pocos de estos certámenes folklóricos veraniegos amorticen gastos o ganen dinero, el gravemente perjudicado, además del sufrido espectador, es el propio fútbol, tan olvidado en su táctica y técnica en los últimos tiempos (así fue el Mundial) por los continuos sucesos y desmanes de despachos. Los equipos, en pleno período de preparación, aún en rodaje, se ven obligados a ganar para no empezar a sufrir las iras de sus seguidores. Como en la loca carrera de exigencias del fútbol de hoy no se pueden permitir el lujo de perder, ni siquiera en la preparación, todo es un quiero y no puedo, una mentira.